25/7/09

Los extraños límites en la poesía de Renato Felices por Raúl Heraud.


Poeta de frenéticas luchas.


Los extraños límites en la poesía de Renato Felices

Por: Raúl Heraud

Renato Felices Taboada (Lima - 1973) es un hombre que habita permanentemente el abismo, amante de la música de Leonard Cohen aprendió como él que la vida además de ser un juego de desesperanzas y claudicaciones, de excesos y mentiras es a su vez una tabla en medio del océano donde aferrarse y sobrevivir también cuenta.

Su poesía transita entre el desasosiego de la existencia y los vacíos del alma, conduciéndonos hacia un mundo desencajado donde la realidad y la locura se confunden, mostrándonos una poesía vital donde el reclamo a la vida fluye como un grito amordazado donde su frenética lucha por no dejarse arrastrar del todo por la insanía hacen que el poema sea su vida misma, el espejo artaudniano en el que libera ese otro yo maquiavélico y desgarrado; para Renato Felices la vida es más que cruel y el ser humano esencialmente una máquina autodestructiva.

No le interesa el rótulo de poeta, ni las lecturas públicas, mucho menos escribir libros, apenas posee uno inédito (Sustancia Eco) Felices simplemente transita anónimamente las calles musitando alguna canción de Pink Floyd o Sid Barret como si fuera alguna creación suya.

Inconfundible melómano, lector incansable por prescripción humana, psicólogo hasta el extremo de ser su propio paciente, Renato pelea a diario contra sí mismo y sus fantasmas, desde su soterrado mundo, se nutre de todo cuanto lo conmueve, la eternidad de Dalí, los tratados sobre la maldad humana de Freud, la novena sinfonía de Beethoven, sin quererlo cada una de las obsesiones que habitan su mente lo alejan más del anonimato, lo redimen y lo muestran tal cuál es, extremadamente hombre y artista, para alegría de quienes nos nutrimos de su vida y amistad .

Gracias a dios o a Satán, los márgenes de su cordura aún duermen sobre las fauces del turbulento Aqueronte.


REPTIL

Oh pequeño reptil
tu pellejo cuadriculado aún no anuncia el fin

tu lentitud deja ver la mediocridad desnuda
la palabra ausente de un poema profano

creo firmemente que nos encontramos sobre tus fauces
o dentro de ellas, mientras escupes tu veneno llamado hombre

relaja el deseo y dime como es el mundo en verdad
revélame la realidad que se esconde tras ese disfraz
llamado amor.




Humano - víscera, resto del día
fractura de algún error

olvido de dios
recuerdo del demonio

no resucites el extremo de tu maldad
ahoga la pena matándote

humano
ganas no te faltan de seguir haciendo daño.


SEGUNDO MOVIMIENTO

Música hipnotizante
desde este momento me siento ya sedado

la gente aplaude el concierto
y mis oídos están sellados al caos
me siento como un cadáver sobre
un auditorio demócrata
un cura falso, un reno sin vejiga

el dolor cae en masa hacia la decapitación
de mi cuerpo sutil

la escena del crimen es la misma
desde hace siglos
deseo y decepción bailan en un aro de fuego

y una música simple acude en mi ayuda

la del océano.


MAR NEGRO (incertidumbre)

No entiendo el porqué del hombre
ni su consecuencia

no entiendo el comienzo ni el fin
ni donde empieza este círculo

lo blanco y lo negro se fusionan
ya no entiendo que está bien y que está mal

no me hablen del cielo
no me hablen del infierno

toda el agua va hacia el mar
incluyendo el pensamiento


ZONA DE DAÑO

Me rompí la vida
caí en el esófago del miedo

me volví turbo y ajeno
recogí flores negras

descendí a la pulpa de la muerte
y cuando quise regresar

ya era demasiado tarde

Q.E.P.D mi vida.

La City -- Año 8, Número 25 julio 2009


Acaba de salir la edición número 25 de la revista La City que el poeta Francisco León dirige hace ocho años. En este número nos trae un homenage al poeta y novelista uruguayo Mario Benedetti fallecido en mayo de este año. Además de poemas Luis Yáñez, entre otros artículos.
Saludos por este nuevo número; un aporte más a la cultura literaria.







Nuevo Número de la revista APUNTES PEDAGÓGICOS


Acaba de salir una nueva edición de la revista "Apuntes Pedagógicos", que en este número nos presenta una variada seleción de temas pedagógicos, historia y mucho más que se puede leer en el sumario que nos muestra en la carátula, además del poema "Awajum jibaro de sal" del profesor José Luis Ramos.

W.G.P


(hacer clic en la imagen para ampliar)

La oscuridad de bosque --- De: Josué Barrón


Josué Barrón (Huacho, 1983). Me hace entrega de su primer libro "La oscuridad del bosque", editado en octubre del año pasado. Poemas en prosa que como él dice fueron saliendo y creándose de a pocos hasta formar lo editado. Poeta amante en la compra de buenos libros como se pudo comprobar en nuestra visita a la ciudad de Huacho.
Saludamos esta edición y el gran aporte a la cultura literaria que se realiza en la "Casa de cartón" (coffee book) que el poeta dirige.
W.G.P
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La novela y Sandra
La primera mujer que me enamoré se llamaba Ruth. Ruth la había conocido en los ensayos de marchas que se hacían por las tardes tres en el colegio. Era ese amor de colegio que uno se enamora de las miradas y de las pequeñas ocasiones que el destino injustamente nos da como cuando uno se queda en las escaleras del colegio y de pronto aparece y entiendes que el milagro de la cruz del mal paso se ha concretizado y que tu vida va ha cambiar en ese largo minuto de hombría, y la cobardía se hunde en tu pecho y no atinas a decir nada, y te quedas callado esperando una chispa estupidamente inconciente para abrazarla y darle un micro beso en los labios y cerrar tus ojos diez minutos, y entender que todo es eterno y nada podrá cambiar esa angustia de ser adolescente/niño en ese pedazo de cielo gris que se proyecta tu vida.
No sé que cosa me llamo la atención: su rostros, sus ojos rasgados, sus uñas bien cuidadas, su altivez o su indiferencia que tenía hacía mí cuando me acercaba y le cogía tímidamente la mano para sacarla a bailar. Recuerdo que esperaba las salidas de los fines de semana así como mi abuela esperaba los domingo la misas para que mi abuelo le cantara cada domingo después de la misa -era el único permiso que nos daba mi madre para ir los tres (Ruth, karla y yo) a la discoteca que atendían a los adolescente que buscaban experimentar la idea de ser grandecitos-. Las canciones de Jerry Rivera, Chicha Peralta y su procura seducirme mucho despacio, Los cuentos de la cripta y la primigenia canciones electrónica orquestaba lo que podía ser un día de declaración de admiración y amor, que siempre estuviste enamorado de ti sino que tú no te dabas cuenta y que voy a ser fiel te juro y no estoy con nadie no vayas a creerle a la otras chicas de tu salón, solo me gustas tú desde le primer día que te vi. Será demás decir que nunca me declaré. Juro que lo intente cada sábado que bailamos junto cada popurrí de salsa que ponía e intente que la pista de baile fuera nuestra. El temor de ser rechazado o seguramente el mal entendimiento de la amistad me restaban valentía de decirle las mínimas palabras de declaración de amor que me había aprendido de la telenovela mexicanas de las dos de la tarde.
Fue las primeras veces que invertí en una mujer, no me importaba lo que podía gastar para ella; aunque recuerdo muy bien que con suerte llegaba a tener 5 soles semanales – guardaba mi propina y no la gastaba ni para un caramelo de limón-. De esta manera me alcanzaba para pagar la entrada, invitarle su gaseosa Kr helada, después de bailar, un chicle y dos hall y la moto que me llevaba derechito a su casa – llegaba todo sudoroso y derrotado, esperando el beso final que pueda cerrar la noche utópica, eso nunca sucedió- y yo volvía a ser ese perdedor que mis compañeros me gritaron cuando fallaba el penal en el último minuto desde la primaria. No sé que pensaba Ruth de mí, nunca dijo un cometario, ni me dio una ayudadita para que tomara el impulso, la gallardía alfonsograucacerista y mandarme y decirle que la quería que amaba sus ojos chinitos cariño bonito ven, ven te quiero tanto, y derretirme como mantequilla Dorina por su cintura diminutas que mis ojos no distinguían por la ingenuidad de amar sin pecado. Presiento que ella, seguramente, espero el momento que yo le dijera esa cosas bonitas que ahora ya no valen la pena, que ahora solo me queda escribir esta estupida crónica, mandársela y que ella confirme que fue el amor de mi vida, de mis catorce años cautivos, y que es la única manera de justificar mi cobardía de hace diez años que hoy ya no es un nudo en mi corazón.
Esa noche, después de diez años, Ruth tocó mi puerta, había llegado de Italia; dejaba a mi hermana,
ebria, como siempre lo hizo. Había celebrado su cumpleaños. Abrí la puerta adormitado y observé en sus ojos mis oportunidades, mi adolescencia, mis sueños, lo que nunca pude, y solo traté de decirle que me daba gusto verla y que ahora era más bella que cuando teníamos catorce años, que la vida había pasado pero nuestros ojos nunca había envejecidos, que tal vez mi insatisfacción y tal vez la suya había sobrevivido durante todo este tiempo.
Solo me quedé observándola esos cinco minutos que trato de buscarme la explicación de porque no fuimos enamorados cuando teníamos catorce años, yo no los tuve; ella tal vez no se acuerda que la amé, que la amo, misteriosamente, en el recuerdo, en la utopía en la niñez que siempre nos fue adversa porque a veces los mejores son los que nunca se realizan.