21/8/10

POESÍA DE PORFIRIO MAMANI MACEDO


Foto de Porfirio Mamani Macedo (Arequipa,1963) en la última visita al Perú, el pasado 13 de agosto 2010, para la presentación de su último libro de Poesía publicado este año titulado La Luz del Camino en la Casa de la Literatura de Lima.
Un libro de profunda e íntima poesía que el poeta ha creado y escrito desde su nuevo hogar en la ciudad de París - Francia. Poemas cargados de amor y nostalgia de ese recuerdo de amistad que no se olvida por más distante que uno se encuentre. La luz de Camino, nos muestra justo ese caminar por tierras desconocidas y nos alienta a continuar nuestro trabajo, nuestros sueños, con la misma Paz con que salió alguna vez de su tierra que lo vio nacer y hoy convertido en un gran árbol echando buenos frutos demostrados en basta biografía personal y profesional.

William Gonzales P.


El oro negro

Quien busca el oro, siembra la muerte

Entre árboles y ríos muertos

suena humillada la voz del campesino,

del hombre que vivió,

olvidado entre ramas y ríos.

Quien busca el oro, busca la muerte

Suena la bala mortal

en el pecho del hombre y su miseria.

Herida está la selva

rodeando con su aliento

al cadáver del camino.

Quien busca el oro, siembra le muerte

Suena el río, rumoroso y duro:

es un llanto que lo empuja hacia el mar.

Suenan los árboles gastados de amargura:

son pájaros que aterrados buscan una pluma,

o se arrancan unas plumas

para curar la herida de un hombre,

de aquél que murió por defender sus nidos.

Quien busca el oro, busca la muerte.

Suenan los caminos

de charcos y de sangre ya cubiertos.

Y las entrañas de la tierra

mueven los ríos, las montañas y los mares.

Caen las hojas de los árboles tan viejos:

son pesadas lágrimas

que expresar no puede la tierra.

Quien busca el oro, siembra la muerte.

Exterminados quedan los caminos

aquellos que construyó el hombre acribillado.

El cadáver engendrará un árbol

y el árbol un hombre

para sembrar la paz en el camino

y proteger bajo la infausta lluvia,

la vida de los pájaros sin nido.

Quien busca la paz, busca el camino.

París, 10-6-09


Por la Paz del Mundo

Hermano, por este camino solitario: la tierra,

¿cómo ser malo yo contigo y tú conmigo,

si tenemos la hierba, el agua tan escasa,

la luz tan pobre y tan vieja?

¿Para qué destruir lo que tenemos:

la vida, la tierra, la paz, el aire,

todo esto que heredamos del Señor?

Aquí estamos, solos,

cavando nuestra tumba cotidiana,

rasgándonos la piel con la mirada.

Allá en el fondo oscuro hay una Luz, un Camino,

busquemos esa Luz, para mirar lo que no vemos,

por este camino solitario que cruzamos.

Nosotros, los habitantes de esta tierra,

somos la sombra y la espalda de la sombra,

esta sombra que se nutre de sed y silencio,

entre el fuego, el polvo y la ceniza.

Busquemos el mar, la primavera de la vida,

para ver cómo brota de la semilla las hojas,

para oír el ruido del agua que recorre

prados, montañas, valles y desiertos.

Somos nosotros, la paz, no la guerra;

el amor, no el odio;

el recuerdo, no el olvido,

y así caminamos como niños por el mundo,

cansados, agotados por el hambre y el dolor.

Busquemos la sombra en la sombra,

el árbol de la sombra, y la sombra de los árboles,

que silenciosos resisten como las piedras

al viento, al frío, al sol.

Busquemos siempre la paz en nuestros pechos

para cobijar a nuestros hijos, amigos y enemigos.

El tiempo es apenas un instante;

en él soñamos que soñamos sueños,

hermosos sueños para ver el agua,

los campos, las montañas y la vida.

Allí está el mar, herido; como la tierra, herida.

Volvamos a mirar el fondo de nosotros

y caminemos hacia la Luz, hacia la Paz,

por este camino solitario: la tierra.

París, 17/1/09


La palabra

Porfirio Mamani Macedo

Para mi hija Alba Ondina Manuela

I

Nada es efímero, ni el dolor ni el placer.

Corremos de una puerta a un árbol solitario,

de un puente a una gruta que guarda el tiempo.

Cada mirada es un descubrimiento perfecto.

La lluvia es el sol que ocultan ciertas nubes.

Nuestra palabra es un grito irreversible en la nada.

Escribimos un nombre de alguien que no conocemos.

Oramos en el templo desierto del olvido

y soñamos con Dios encadenado a su dolor.

Somos peregrinos sin fe por el desierto

y dormimos sobre la blanca arena mirando el universo.

Para existir, a veces, inventamos un amigo,

le damos un nombre y con su recuerdo

nos perdemos en un bosque de palabras que se mueven.

Decimos que venimos de otro pueblo y nos confunden

con la lágrima que dejaron los que se fueron.

No conservamos nada del silencio que nos procuró

la suerte, el destino que no deseamos tener jamás.

Como aquel oscuro pasado, sobre la hierba cruzamos

para alcanzar el recuerdo que dejaron los otros peregrinos.

En una calle encontramos la sonrisa de un desconocido,

luego nos sentamos en una piedra para ver

las huellas que sobre la hierba quedan,

y también tu rostro que en la penumbra esperando queda,

amigo, hermano, la palabra que nos salve.

II

Entonces, pienso en la palabra que a todos no libera

del miedo, de la sombra que cerca la memoria,

del aire que se filtra por las rendijas del dolor.

Pienso en la palabra que a todos nos libera

del dolor que encontramos en este valle.

Pienso en la palabra que nos nombra un camino,

aquella que nos muestra la ventana, no el olvido.

Pienso en la palabra que me dio un amigo en la frontera,

aquella que abrigó con un pan todo mi destino.

Pienso en la palabra secreta que a todos

nos espera en alguna parte, desnuda y sola.

Pienso en la palabra que pronunciaron otros hombres,

aquella que abrió las puertas del insomnio.

Pienso en la palabra que me dejaste escrita en un árbol

aquella que ya escribieron otras manos en otros muros.

Pienso en la palabra destinada por otros al olvido,

aquella que me nombra, un ruido, una cosa, una imagen.

Pienso en la palabra que separó las aguas del mar,

aquella que atravesó todo un desierto.

Pienso en la palabra que soñamos

en el fondo de una gruta.

Pienso en la primera palabra que pronunciamos

con dolor, por este camino que nos lleva a alguna parte.

Pienso en la palabra que no pronunciaré un día,

aquella que todo lo nombra, que todo lo revela.

Pienso en la palabra que escribí en una carta

a un desconocido.

Pienso en la palabra que mide el tiempo,

aquella que destruye los caminos como las noches.

Pienso también en la palabra que encontré a orillas de un río,

en aquella que me dio un niño en el alba

para cruzar el ancho día.

III

No era la noche sino la luz

No el pasado sino el camino que faltaba recorrer

Eran sus manos agarrándose de una rama

Eran voces que rodaban de sus labios

Era su larga cabellera que jalaba el viento

No era la noche sino sus ojos en la noche como luces

No era una estrella sino una ventana abierta:

era su voz que llamaba en el centro de un bosque y también

el ruido de sus pasos que sobre la arena iba dando.

Yo la esperaba cada tarde

al pie de este roble que sombrea mi cansado cuerpo.

No era la duda sino su voz que cortaba el viento,

su voz que refrescaba todo mi cuerpo en el desierto.

Pero hoy que quiero verla no la veo

y así, hacia una sombra que se mueve en el camino yo me acerco.

Hundo mis pasos en el polvo que ha soplado el viento,

jalo mi cuerpo como se jala una roca del camino.

No era la noche sino la palabra que inventa el día

para que todo fuera diferente en el huerto prohibido,

para que los niños no miraran en sus manos

el hambre,

la sed que corría como un río por los cuerpo de los desgraciados.

Era otra sombra que ya nadie quería recordar,

el rostro que ya nadie quería recordar.

No era la noche sino el viento que bajaba o subía al cielo.

Era ella, la palabra, la voz que creo todo el universo

y todas las cosas que en el universo existen.

Era la piedra que en la piedra se formaba.

Eran los mares que impacientes me esperaban.

Eran las flores que miraban nuestros ojos en los prados.

Eran los manantiales que nacían del vientre de la tierra.

No era la noche sino un camino abierto que todos esperaban.

No era el fuego sino la fuente del reposo

allí donde encontraran los desgraciados

agua para lavar sus miserables rostros

que vivieron como huyendo de la vida de los afortunados,

pues nada les dejaron sino olvido, indiferencia y desprecio.

Era la palabra que todo lo guarda y todo lo recuerda.

Réquien para Darfur

Dios mío, ¿dónde queda Darfur ?

¿Qué camino seguir para encontrarlo?

¿Hay acaso una frontera de fierro,

una frontera de polvo y de miseria ?

¿Qué manos son las que me ocultan el camino ?

Dios mío, ¿dónde está Darfur ?

¿Acaso está hundida en la tierra,

acaso en la memoria inmoral,

que hunde sus garras negras en el hueso,

en la piel seca de los cuerpos que ni sombra tienen ?

Dios mío, ¿dónde están los niños de Darfur?

¿Dónde están que no los veo?

¿Son acaso mis ojos ciegos,

o es puro sueño lo que vivo y lo que veo ?

Siento un grito enterrado en el polvo de mi ser.

Dios mío, ¿dónde están las madres de Darfur ?

¿Quién engendró esta noche amarga para ellas ?

No hay ni lágrima, ni risa, ni pena en su mirada,

sólo llevan hambre en su vientre disecado,

esa cosa que sube como espinas a sus labios.

Dios mío, ¿dónde están los padres de darfur ?

¿Son acaso aquellos laberintos que se mueven,

como hilos, que esquivando van el azote, la bala y el machete ?

Haber nacido en la tierra para mirar lo que miro.

Haber nacido en esta tierra para morir viviendo lo que muero.

Dios mío, ¿dónde está la tierra ?

¿dónde el árbol, el río, la llanura, la casa?

¿Y qué hago yo aquí, buscando lo que no busco:

aquella tierra, aquellos niños, aquellos padres,

dispersados todos, golpeados por el polvo negro siendo blanco ?

¿Dónde estás tú, perdido entre las nubes de polvo,

que hacen los que huyendo van y vienen

por los caminos infernales de Darfur ?

¿Acaso no hay piedad en tu mirada,

para alejar la miseria y los llantos del camino ?

París, 3-5-2007

Porfirio Mamani Macedo ha nacido en Arequipa (Perú) en 1963. Es doctor en Letras en la Universidad de la Sorbona. Se ha graduado también de abogado en la Universidad Católica de Santa María, y ha hecho estudios de Literatura en la Universidad de San Agustín (Arequipa). Ha publicado poemas y cuentos en varias revistas en Europa, Estados Unidos y Canada.

Ha publicado entre otros libros: Ecos de la Memoria (poesía) Editions Haravi, Lima, Pérou, 1988. Les Vigies (cuentos) Editions L’Harmattan, Paris, 1997. Voz a orillas de un río/Voix sur les rives d'un fleuve (poesía) Editiones Editinter, 2002. Le jardin el l’oubli , (novela), Ediciones L’Harmattan, 2002. Más allá del día/Au-delà du jour (poemas en prosa), Editiones Editinter, 2000. Flora Tristan, La paria et la femme Etrangère dans son œuvre , L’Harmattan, 2003.(Ensayo). Voix au-delà de frontière , L’Harmattan, 2003. Un été à voix haute , Trident neuf, 2004. Poème à une étrangère, Editions Editinter, 2005. Avant de dormir, L’Harmattan, 2006. La sociedad peruana en la obra de José María Arguedas (El zorro de arriba y el zorro de abajo), Lima, Fondo Editorial de la Universidad Mayor de San Marcos, 2007. Représentation de la société péruvienne au XXème siécle dans l'œuvre de Julio Ramón Ribeyro. Paris, Editions L'Harmattan, 2007. Lluvia después de mi caída y un Requien para Darfur, Lima, Hipocampo Editores, 2008. Tres poética entre la guerra civil española y el exilio: Miguel Hernández, Rafael Alberti y Max Aub, Lima, Fondo Editorial de la Universidad Mayor de San Marcos, 2009. Antes del sueño, Lima, Editorial San Marcos, 2009. Ha enseñado en varias universidades francesas. Actualmente enseña en Sorbonne Nouvelle-Paris III, y en la Universidad de Picadie Jules Verne

Reconocimientos

2008

- Medalla de Oro de la Cultura, otorgada por la Municipalidad Provincial de Arequipa.

- Diploma de la Cultura otorgada por la Municipalidad Provincial de Arequipa.

- Diploma de la Cultura, otorgada por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa

2009-2010

- Autor invitado por La Maison internationale des poètes et des écrivains de Saint-Malo (France)

- Diploma de Honor, otorgado por la Alianza Francesa de Arequipa (Perú)

No hay comentarios: