Victoria Guerrero
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Miguel Ildefonso me ha invitado a presentar su décimo libro. Un texto, que según sus propias palabras, cierra un ciclo. Por lo que estamos aquí para celebrar ese final que implica el principio de otro.
La poesía así vista, así leída, entonces, se muestra como una belleza esquiva que hace las veces de guía al yo poético deDantes. Es la Beatriz , a veces luminosa, otras oscura, de los infinitos versos que recorren este libro. Libro hecho de retazos de versos y de vida (versos juveniles del propio poeta y de otros escritores admirados por él mismo). Una escritura que empezó a fines de los años 90 y que ha terminado recientemente. Este libro tiene casi 20 años de trabajo. De allí que podamos reconocer en él otros temas y personajes del autor: al brillante Humareda o su morada, el Hotel Lima. En la primera parte del texto se descubre un diálogo entre Marilyn y el pintor —como se sabe, devoto admirador de la actriz—, que se convierte en un Arte poética, en una reflexión sobre el acto de crear. Obviamente, la belleza no es ese corsé impuesto a aquella Marilyn real sino la belleza que en ella encontró el pintor y ella, a su vez, en él. Ambos son espejo, insinúa un verso, porque en definitiva, el yo poético ha decidido “sentar a la belleza en sus rodillas e injuriarla”, como escribió hace mucho un adolescente Rimbaud, poeta cuya vida precoz ha marcado el derrotero de mucha de la poesía escrita en el Perú. De esta manera, el yo poético, como un Dante moderno hace su propia exploración en los infiernos citadinos. Su descenso empieza en la capital de un país tercermundista. El viaje del yo-flaneur, caminante de la vieja Lima, del Rímac, de sus márgenes, hace un viaje real e introspectivo a través de sí. El claro-oscuro expresionista de algunos segmentos del libro contribuyen a dar esa sensación de opresión a esos lugares marginales por los que transitan todo tipo de personajes, desde poetas de la talla de Martín Adán hasta niños consumidores de terokal —conocidos como pirañitas—, prostitutas, vagos e incluso dios recorre estas calles desnudo, por fin, despojado de toda divinidad (o quizá divino entre los desposeídos). Entre esos ángeles nocturnos se mezcla el poeta de estos versos. En ellos y en esos espacios, en esas noches locas encuentra aquella belleza negada por una sociedad diurna y consumista, que le ha restado importancia a la palabra: “y cuando llega la fresca noche salgo de mi casa y no pienso volver solo en romperme los huesos en la caída de una garúa muy ligera como un sueño todo cuesta y es marketing pero vivo por las palabras y la ausencia de las palabras” (Skik). “Mis huesos bañados en alcohol puro se secaban en la Plaza Francia. Purificados eran los pirañas que soplaban el cielo amarillo donde Dios, libre de su divinidad, fumaba junto a la campana un Winston rojo entre las tres y las cuatro de la tarde”. (Virgilio o el Vacío).
El texto recorre también los espacios de lo “sagrado” íntimamente ligados a nuestra historia prehispánica y al fenómeno de la migración del campo a la ciudad que se vincula en este texto con la figura del escritor José María Arguedas (o en aquel Lou Reed que aparece como figura espectral en varios de los libros de Miguel). En Dantes, José María se convierte en figura estelar de este mundo al que le ha sido impuesto vivir en la costa o echado a esta por múltiples motivos, pero que en ese camino ha podido asentarse, transformar su precariedad en prosperidad y cultura musical avasalladora:Chacalón y la Flor Pukarina son esas muestras. Mientras eso ocurre, el poeta-flaneur se sienta en medio del polvo de la Carretera Central a “esperar los poemas” (Carretera Central). En este recorrido, no podía dejar de escribirse sobre la violencia política y moral vivida por el país en los años 80 y 90. Inevitable para aquel caminante que avanza a través de la noche y sus sombras. “yo caminaba por Lampa y solo miraba, yo entraba a un bar y tomaba dos cervezas, yo fumaba tres cigarrillos y dos mixtos, yo preguntaba ciertas cosas a una puta enCailloma y ella respondía… yo corría para atravesar la plaza Grau y no sabía qué hora era. No tenía reloj, yo era el tiempo de mi país solo veía su sonrisa en la máscara la danza fúnebre que avanzaba por las calles… una mujer se levantaba y caminaba hacía mí… y me decía al oído: “vamos arriba” yo le decía que sí y subíamos por la escalera a una sala todavía más oscura. Una explosión nos sorprendía cuando nos besábamos. No sabíamos de dónde provenía. Otra explosión se oía. El resto no recuerdo exactamente” (Skik). La historia personal y la Historia del país se mezclan en el tiempo del poeta-flaneur. Una identidad quebrada decide emprender el viaje de migración. La experiencia del país, de la ciudad y su agresividad ya no son suficientes. Se debe escapar o buscar otros motivos para seguir escribiendo. El primer encuentro es con el desierto como realidad y leit motiv. Coincidencias que nos traspasan: la costa del Perú es también un desierto, estéril y candente. Hay que atravesar el Imperio para llegar a la cosmopolita Nueva York, con ella, con su Barrio Chino y sus calles, con esa Oda al cemento, con el recuerdo de García Lorca se cierra un ciclo de viajes constantes, pero ¿qué pasará luego?, ¿dónde quedará la poesía? Es verdad, una puerta se cierra, pero no sé si es la puerta de la poesía, pues el poeta ha escrito y lo he leído no con poca inquietud: “dentro de algunos años/ cuando ya definitivamente no haya poesía/ mi alma estará como esa tarde de hace 17 años/ cuando en vez de ir a estudiar/ me fui al acantilado de Miraflores/ a ver algo que a simple vista/ no había en ese mar del Pacífico/ pero esto es algo que solo a mí me interesa/ y aun muerto seguirá interesándome a mí solo” (El Ghetto de los Pintores Impresionistas). Ese tiempo cuando “ya no haya definitivamente poesía” felizmente no es este. En este libro y en este instante y en todos los tiempos compartidos con los poetas y amigos de antes y de hoy, y con los que vendrán siempre habrá poesía, porque la poesía está más allá de cualquier aviso publicitario y mall recién inaugurado.
Victoria Guerrero Peirano [Leído en la ciudad de los reyes, 16 de marzo de 2010] |
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29/3/10
Miguel Ildefonso: cuando ya no haya definitivamente poesía
RESULTADOS DEL PREMIO COPÉ INTERNACIONAL 2009
Petróleos del Perú – PETROPERÚ S.A. se complace en anunciar a los ganadores de
II Bienal de Novela
Premio Copé Oro
IVÁN EDILBERTO SÓCRATES ZUZUNAGA HUAITA
Novela: «La noche y sus aullidos»
Jurado Calificador
Fernando Ampuero, PETROPERÚ S.A.
Edgardo Rivera Martínez, Academia Peruana de
Ricardo González Vigil, Pontificia Universidad Católica del Perú
Jorge Valenzuela Garcés, Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Marcel Velázquez, Instituto Nacional de Cultura
XIV Bienal de Poesía
Premio Copé Oro
Boris Gilmar Espezua Salmón
Poemario: «Gamaliel y el oráculo del agua»
Premio Copé Plata
Martín Zúñiga Chávez
Poemario: «Pequeño estudio sobre la muerte»
Premio Copé Plata
Carlos Rómulo Baldwin del Castillo
Poemario: «Epitafios»
Premio Copé Bronce
Luis Eduardo García López
Poemario: «La unidad de los contrarios»
Jurado Calificador
Pedro Cateriano Delgado, PETROPERÚ S.A.
Carlos Germán Belli, Academia Peruana de
Giovanna Pollarolo, Pontificia Universidad Católica del Perú
Arturo Corcuera Osores, Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Jaime Campodónico, Instituto Nacional de Cultura.
Petróleos del Perú agradece a todos los participantes por su vocación en la creación literaria y los insta a seguir participando en la versión «Premio Copé Internacional 2010».
Premiación de los ganadores de ambos concursos:
Jueves 22 de abril de 2010. Auditorio de Petróleos del Perú. 7.30 p.m.
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25/3/10
Miércoles Culturales -- miércoles 24 DE MARZO 2010
MIÉRCOLES CULTURALES.GREMIO DE ESCRITORES DEL PERÚ -MARZO 24 /2010
17/3/10
GREMIO DE ESCRITORES DEL PERÚ -MARZO 2010
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15/3/10
Alicia expulsada del País de Dafne - -
Miguel Ildefonso A Gabriela | |
En la orilla extraña Miguel Ildefonso .. LETRA SUELTA CULTURAL |
9/3/10
Amor a quemarropa, de Jesús Jara
Esta colección de cuentos debe ser leída con el cuidado que merece ser tratado un petardo con la mecha encendida: nunca se sabe cuándo explotará. Así son las historias que Jesús Jara ha tejido en esta inquietante y estupenda primera entrega: cuentos donde ningún personaje pasa desapercibido, historias delirantes donde la derrota, la venganza, las luchas y sus esperanzas estrelladas, victorias pírricas al fin y al cabo, arrastrarán inevitablemente al lector hacia el abismo de sus pasiones más íntimas.
Jara se convierte entonces en el autor de un libro trepidante, descarnado, que no pasará desapercibido ante los ojos del lector. Una prosa impecable, directa pero a la vez reflexiva, nos muestra a un escritor de nervio, testigo de su tiempo, crítico y talentoso, del que esperamos ya, próximas entregas.
Gabriel R.S.
Reunión
Es natural que haya consecuencias
al romperle el corazón a un maldito matón..
Kill Bill Vol. II.
Primero: una reunión con personas confiables. Segundo: tu ex enamorada hace su ingreso para presentarnos a su nueva pareja. Tercero: los vinos trepan lentamente. Cuarto: una favorita pieza musical te invita al centro. Quinto: observas detenidamente a Nadia. Sexto: recuerdos renacen cuando te encaminas hacia ella. Séptimo: un tipo se te interpone. Octavo: un empujón consigue derribarlo. Noveno: la tomas del brazo y sales de la reunión, mientras el caído es pieza de golpes financiados por ti. Décimo: frente a frente le dices que no la has podido olvidar, y súbitamente un beso los une. Dejan la reunión, olvidando el motivo: tu onomástico. Tomados de la mano caminan en silencio por las calles. Las tenues luces de algunos postes alumbran lo que tienen que alumbrar: dos seres abandonados al presente, al momento. Y a unos cuantos metros, el espacio al cual se dirigen: un hotel. Ahí te esperan ellos.
El recepcionista te entrega la llave del cuarto ya alquilado por tus amigos. Suben hacia el tercer piso. En su mirada notas predisposición, un “confío en ti” pronunciado, el cual te hace su dueño provisional. Tu celular vibra. Pides unos segundos a Nadia para contestar la llamada, y te alejas un poco. La confirmación de la voz te hace sentir regocijado. Era lo que necesitabas oír. Cuelgas y vas directamente hacia la chica que te espera en la puerta del cuarto. La besas tocando sus pequeños senos. Introduces la llave e ingresan. Una oscuridad los envuelve. Enciendes las velas aromatizantes preparadas para la ocasión. Empiezas a desvestirla, y te percatas, por vez primera, de que la niña de diecinueve años ha quedado relegada, olvidada en la nueva anatomía que tus ojos presencian dificultosamente. Llegan a la cama y el sexo se vuelve el protagonista. Acomodándose para una nueva postura, ella los ve. Sentados, con las piernas abiertas, ellos se masturban.
Nadia intenta desesperadamente separarse de ti. Sus gritos son estruendosos. Nadie la escuchará. El hotel está dispuesto a tu dinero. El recepcionista es Ricardo, un antiguo condiscípulo de la universidad. Cuando le comentaste la idea no la aceptó, pero después de que le propusiste una buena suma de dinero, más de lo que ganaría en un día entero, aceptó. Fue así que se convirtió en tu nuevo cómplice.
Los gritos continúan. Le propinas un fuerte golpe en el rostro para que guarde silencio. Sus lágrimas se mezclan con una línea de sangre que fluye desde su nariz. Te pide explicaciones. “¿Se las das o no?”, piensas. Pero sólo te limitas a propinarle otro golpe. Tu participación en el cuerpo y en la vida de Nadia, terminó. “Ya no hay nadie más a quien joder”, dices interiormente. Y sabes que es la verdad, la única verdad. Das la señal para que ellos continúen. La amarran en la cama, y empiezan a tomarla. No sientes piedad alguna por ella. Cuando le dijiste que aún no la habías podido olvidar, fue para traerla a este lugar, a esta situación. Sabías que por más que ella continuaba con su larga lista de enamorados, no conseguía apagar la candencia de tus recuerdos. Te paras para proporcionarles a los hombres que tienes al frente ciertos cuchillos y navajas. “Hagan lo que deseen”, les dices, y sales del cuarto.
Cuatro horas han pasado hasta que Carlos y Enrique llegan al bar en donde te encuentras. “Ya, Jesús. Todo hecho”. “¿Y los cuerpos?”, preguntas. “No te preocupes. Nunca aparecerán”. Y se marchan cuando les entregas el fajo de billetes en agradecimiento por su trabajo. Terminas tu vaso de ron y, ante la vista de los pocos parroquianos, coges tu arma y te das un disparo en la cabeza.