29/12/08

SOBRE “LA COMBI DE TITO” DE MARIO VILLACORTA Por: Fernando Carrasco Núñez

Adentrarnos en la lectura de la novela La combi de Tito de Mario Villacorta Barbarán (Lima, 1976) es como subirnos a uno de esos escurridizos colectivos que han tomado por asalto las carreteras de nuestra ciudad para emprender un paseo muy ligero por los abruptos vericuetos de las pasiones humanas y, en particular, por los recovecos de las taras de nuestra Lima moderna. Tal vez sea esto el principal acierto de la novela, pues el narrador se centra en describir diferentes circunstancias donde los personajes protagónicos interactúan movidos principalmente por sus sueños, deseos o ambiciones dentro de una urbe limeña marcada por la violencia, la injusticia y el racismo que se configura sólo a partir del accionar de los personajes y las opiniones recurrentes y triviales del narrador homodiegético, pues éste deja de lado las descripciones que bien podrían haber resaltado el espíritu decadente, casi naturalista, que se percibe en el material narrativo. No obstante, como hemos señalado, los personajes irrumpen signados por sus pasiones que los arrastrarán hacia desenlaces frustrantes o nefastos. Es el caso de Tito Herrera, hombre quincuagenario, quien al enterarse de que ha sido despedido de su centro de labor comienza una verdadera odisea en su afán de continuar con el sostenimiento de su familia. Pero Tito Herrera es un hombre perseguido por la desgracia. Tiene una familia que no comprende ni comparte sus preocupaciones. Es traicionado por su mujer y su mejor amigo. Luego será utilizado y abandonado por su amante para finalmente descubrir que ha sido estafado, acto que lo empujará a su aciago final. Otro personaje de nivel protagónico es Sofi, la única hija de Tito Herrera. Ella es una adolescente melindrosa y presumida, una “pituca de barrio”, como la denomina el pícaro narrador testigo, a quien poco o nada le importan las vicisitudes de su padre. Y ha formado una suerte de alianza con su madre, consentidora y superficial, para tratar de imponer sus caprichos femeninos en cada ocasión. Sofi está preparándose en una academia preuniversitaria que no se condice con la posición social de su familia. Allí conoce a Mauricio, un muchachito descocado y frívolo, de familia acaudalada, con quien Sofi comienza un romance impulsada también por su avidez de cazar un buen partido. No obstante, como casi todos los personajes de la novela ella también terminará marcada por el desengaño. Cabe resaltar la manera acertada como el autor logra mostrarnos el mundo inquieto y lúdico de sus personajes más jóvenes, quienes comienzan a descubrir nuevos aspectos de su ser y de la vida como el amor, el sexo, el racismo y las drogas. A Tito Herrera acompañan otros personajes de su entorno. Aparece el chino Po, el típico propietario risueño del chifa de la esquina. El gringo Wálter, hijo de buena familia, pero venido a menos por su afición a la cocaína. Está también el gordo Pepe, el maleante avezado, pero bonachón y generoso con los amigos. Aparece Sulay, la mujer despampanante, codiciosa y de vida libertina. Como podemos percibir son personajes arquetípicos de nuestra variopinta Lima, pero que en la novela no siempre alcanzan rasgos más íntimos e intensos, con vida propia, sino que se mantienen algo acartonados al papel que les ha tocado desempeñar en el libro. Otro rasgo importante del plano de la historia que podemos resaltar es la presencia de cierta dosis de humor. En más de una ocasión, de manera interesante, el autor recurre a situaciones propias de las comedias de enredo con la finalidad de dosificar un tanto la tensión dramática en la historia. El mismo papel cumplen las expresiones mordaces del narrador testigo, que en cierta medida pudieron haberse regulado y consideramos que debieron obviarse aquellos comentarios del mismo narrador que hacen que el libro caiga en cierto fatigoso didacticismo. Pero no se piense que en la novela de Villacorta sus personajes sólo muestran rasgos negativos, pues también muestran otros aspectos de la condición humana como la solidaridad entre amigos o la ética profesional.

En cuanto al aspecto estructural la novela está dividida en once capítulos que muestran un orden secuencial. Aunque la mayoría de capítulos se centra en la historia de Tito Herrera hay algunos que muestran las vivencias de Sofi, así ambos planos aparecen presentados a manera de vasos comunicantes que van dando forma a la novela en su totalidad. Tal vez el rasgo estructural más saltante sea la presencia recurrente de los diálogos. Las escenas donde éstos se perciben más fluidos y naturales son aquéllas donde conversan sus personajes juveniles. Como ya hemos mencionado el autor ha optado por un narrador homodiegético, es decir, el narrador es un personaje más que forma parte del mundo representado que, inclusive, cumple un rol importante en los hechos descritos como aquél capítulo que le confiere el elemento sorpresa a la novela. Es a través de su lenguaje sencillo y directo, con algunos giros lingüísticos populares, que las casi doscientas páginas de la novela fluyen con facilidad y ligereza, pues el libro no muestra mayores ambiciones en el plano del discurso. En este sentido la novela de Mario Villacorta está más en sintonía con las novelas peruanas que proliferaron en la década del noventa como Al final de la calle de Óscar Malca o No se lo digas a nadie de Jaime Bayly. Había que agregar que para otras ediciones se debe corregir algunos deslices de orden gramatical y ajustar algunos acontecimientos de la historia que le restan verosimilitud y por ende poder de persuasión a la novela en su totalidad.

A pesar de los reparos señalados consideramos que La combi de Tito es una novela que logra su cometido de contarnos una historia entretenida que desentraña ciertas pasiones humanas y termina conmoviéndonos con la crudeza de su narración. En tal sentido, Mario Villacorta aparece como una figura promisoria con una primera novela que ha comenzado a rodar por el panorama narrativo de nuestra literatura última.

Por Fernando Carrasco Núñez