18/11/09

MEDALLITA


Autor: Gregorio Martínez

Con increíble inocencia, digna de mejor causa erótica, muchos políticos y escritores de izquierda le están pidiendo al abogado y cuentista Eduardo González Viaña que renuncie a la medalla que, supuestamente, le ha ofrecido el Congreso de la República.

Incautos, abrid los ojos. Esa repentina movida sospechosa no es perrito de ninguna especie. Aquel chupachupa prodigioso que cada quien ansía. A la vista, ese meneo tiene toda la traza de un burdo consolador centrípeto activado con pilas.

Crédulos de izquierda, émulos de Chávez y de Humala, el Congreso de la República es demasiado ignaro para detener la mirada en algún tipo de escritura bizantina y menos en un autor recóndito como Eduardo González Viaña.

Aquí, señoras y señores, políticos y escritores de izquierda, se trata sencillamente de un premio trafa. De una medalla de oro falso que Luis Alva Castro quiere colgarle en el pescuezo o en el buche a Eduardo González Viaña para, así, amortizar deudas y favores.

¿Acaso en el anterior gobierno de Alan García el susomentado González Viaña no recibió una sinecura en el Banco de la Nación? Entonces, quien movió la paila fue el mismo Alva Castro. Quiere decir que el contubernio viene de lejos. Y esa sinecura González Viaña la recibió pocos meses después de haber sido candidato al Congreso en la lista de Patria Roja (UNIR). Otros tontos que se enredaron en las argucias del abogado cuentista. Qué traición a la memoria de mi querido amigo Horacio Zeballos.

Una revisión de los flujos y pujos de ambos personajes echaría mucha luz sobre el motivo y la razón de tanta belleza. El Congreso de la República, como institución de gobierno, es solo un instrumento en este acto indecoroso. A otro perro chimo viringo con ese hueso de que el premio constituye la decisión de una comisión multipartidaria.

Quienes piensan que Eduardo González Viaña perderá lustre al recibir un premio manchado forman parte de una cáfila confusa y dudosa. Por torpes no advierten que la tal medallita es el más caro anhelo de alguien tan megalómano como González Viaña, que ya está dando brincos de chamuchina. Resulta bochornoso ver cómo se autopromociona en cada medio de baja estofa que encuentra disponible.

Ahora mismo, en el gran aparato que ha desplegado para publicitar el evento en el cual será condecorado, González Viaña anuncia una serie de embustes. Muestro dos perlas falsificadas. Él difunde que ha ganado un premio internacional de novela en Estados Unidos y que Isabel Allende quedó en segundo lugar. Simple trafa, como es trafa la condecoración.
Isabel Allende, aunque no sea escritora de substancia, es la autora hispana que más libros vende en Estados Unidos. Mucho más que García Márquez, Vargas Llosa y Carlos Fuentes juntos. Eso sí, nunca podrá superar los tirajes millonarios que alcanzó el cajamarquino Carlos Castañeda.

Alva Castro y González Viaña son tal para cual. Durante años Alva Castro quiso fabricarse un sitial de intelectual peruano. Esto no lo consiguió ni siquiera en el Apra. Jamás le llegó a los tobillos a un Rodríguez Vildósola, a un Antenor Orrego. Por su lado, González Viaña alcanzó de joven, como cuentista, bastante relieve. Ciertos malabares verbales le dieron frutos en la narración breve. Alberto Escobar lo admiraba. Pero jamás acertó en el trabajo novelístico.

Entonces, se dedicó al embuste de forjarse una fama. Engaña a los sonsos con la mentira de que es catedrático de literatura en Estados Unidos. Sin embargo, apenas ejerce como instructor de idioma en un rural community college preuniversitario de Oregon. Tampoco es miembro de la Academia Peruana de la Lengua como afirma con el mayor cuajo.

Quisiera pedirle al ex guerrillero Elio Portocarrero, quien dice admirar a González Viaña, que me muestre una sola novela de tal autor que merezca un reconocimiento. Un tema tan sugestivo como Sarita Colonia, patrona de putas y taxistas, fue convertido en plomazo por la escritura necia de González Viaña.

El Congreso de la República le debe honores a una figura ilustre como Estuardo Núñez, que ya pasó la centuria en edad. ¿Por qué lo soslaya? Quizá porque no se siente a la altura. Claro, un Congreso que ignoró al poeta Alejandro Romualdo, pero corrió a condecorar a Yma Súmac, nunca podría llegar a la estatura de alguien como Estuardo Núñez o Carlos Eduardo Zavaleta.

Sea como fuere, el Congreso de la República es un organismo del Estado que nos pertenece a todos los peruanos. Por esto resulta estúpido afirmar que es una institución manchada y que por esto alguien digno no debería aceptar un premio. Argumento de este tipo, tan esgrimido por cierta gente de izquierda, es completamente falso. Todo Estado tiene que reconocer a quienes aportan al engrandecimiento material y espiritual de la nación. Creo que Luis Jaime Cisneros recibió hace poco una condecoración del Congreso. Honor merecido, sin duda.

Pese a mi gran aprecio por Alfredo Bryce, condené el vasto robo textual que cometió. No tengo nada contra González Viaña. Él no posee algo que yo pueda envidiarle. Pero no quiero quedarme callado ante un acto indecoroso.

CULTURA | Mié. -- 18 nov '09 - Perú 21.pe