27/4/11

Carlos E. Zavaleta ha muerto

Carlos E. Zavaleta ha muerto

Escritor tenía 83 años de edad y una obra que revelómundos rurales y urbanos. También introdujo en elPerú a Joyce y a Faulkner. Sus restos mortales son velados hoy hasta las 4 pm en el Centro Cultural de San Marcos.

Pedro Escribano.

El escritor, el maestro sanmarquino,

Carlos Eduardo Zavaleta

ha muerto. Tenía 83 años de edad. La noticia de su desaparición física fue repentina, amaneció muerto y sorprendió a todos. El pasado 30 de marzo todos lo habíamos visto. Fue el encargado de leer el discurso de orden en la ceremonia de otorgamiento de la Medalla de Honor Sanmarquina a Mario Vargas Llosa por alcanzar el Nobel de Literatura. Allí se reencontraron el viejo y buen maestro y, claro, el inmejorable discípulo.

Nosotros lo conocimos en San Marcos, en los años ochenta, cuando enseñaba Literatura Norteamericana. Siempre atento, diligente. Lucía grandes anteojos que servían de marco a sus pequeños ojos en los que se advertía, restallante, una luz líquida.

Con ellos supo mirar la realidad interior, pero sobre todo supo describirla como se puede apreciar en cuentos magistrales como “Cristo Villenas”, “Mamá Alba”, “La batalla”, “Juana la campa te vengará”, solo para citar algunos. Allí templó su prosa, agudizó la mirada y creó belleza de lenguaje y contenido.

Entonces ya tenía la fama grande de ser un demiurgo de Faulkner y de Joyce, de haber sido el primero en el Perú de introducir y difundir las técnica del monólogo interior y otras, claro, de haber sido un guía para Vargas Llosa (ver recuadro).

Nació en Caraz, Áncash en 1928. Inició sus estudios de Medicina, los que abandonó para dedicarse a las letras. Precisamente se graduó en San Marcos con dos tesis sobre William Faulkner. Se doctoró en 1958. Pero Zavaleta no estuvo conforme y se abocó a la vida diplomática, llegando a ser en dos oportunidades nada menos que secretario de Raúl Porras Barrenechea.

Como bien reconoce Vargas Llosa, fue un animador de nuestra literatura en esos años, pues formó parte del comité de redacción de la revista Letras Peruanas junto a Jorge Puccinelli.

Como diplomático, sirvió en Bolivia, México, España e Inglaterra. En cuanto a su narrativa, que mereció muchos premios, como los Juegos Florales de SM, 1948, de fomento a la cultura Ricardo Palma (1952 y 1960) y Manuel González Prada, entre otros, mostró universos variados, como el mundo de la provincia, de personajes mestizos, pero también universos urbanos, cosmopolitas. En ambos estructuró personajes a quienes no solo les revela los perfiles, sino, sobre todo, las entrañas de nuestra naturaleza peruana, humana.

Opinión

Promotor de William Faulkner

Mario Vargas Llosa
PREMIO Nobel de Literatura 2010

“De los presentes, el más activo era Carlos Eduardo Zavaleta, quien, además de publicar en esos años sus primeros cuentos, había traducido Chamber music, de Joyce, y era un gran promotor de las novelas de Faulkner. A él le debo, sin duda, haber descubierto por esa época al autor de la saga de Yoknapatwpha Country, el que, desde la primera novela que leí de él –Las palmeras salvajes, en la traducción de Borges–, me produjo un deslumbramiento que aún no ha cesado”. (De El pez en el agua).

Nuestro profesor

Hildebrando Pérez Grande
Poeta sanmarquino

Una vez más abril es el mes más cruel. “No nos suelta”, me dice, desolado, un estudiante sanmarquino, acaso rememorando al Inca Garcilaso, a Vallejo, Valdelomar, Eguren, Mariátegui y tantos otros escritores que en su escritura apasionante revelaron el perfil de nosotros mismos como una sociedad múltiple, diversa, contradictoria, así como también mostrando en historias fascinantes el claroscuro de nuestra condición humana, nuestra existencia como un país aún no resuelto, lejos o cerca de los cristos villenas o las juanas las campas que esperan su redención personal y social.

Carlos Eduardo Zavaleta fue nuestro profesor de Literatura Española Renacentista al inicio de los años 60. Mantenemos frescas sus lecciones sobre la picaresca y el teatro barroco. Luego fuimos sus entusiastas colegas en la Escuela de Literatura de San Marcos y en sus aulas y en sus patios supo él, generosamente, tender los puentes para entablar una amistad más allá de los linderos sanmarquinos.


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