12/7/08

Gustavo Armijos



EL GRAN BANQUETE FINAL


Se levantan los efluvios por doquier
y el viento lleva aromas hacia los acantilados
en el Paseo de los Héroes Navales del infinito.

Desdichado y a pie puedo llegar hasta la tumba
de mis hermanos que me han ganado la partida.
Existe tenue pared de arena y las rosas, girasoles
y gardenias suben hasta el corazón de las criaturas
cuyos ojos enrojecidos por el llanto
ocultan sus rasgos desgarrados de impotencia-

Es la muerte en el Parque del Recuerdo.
Infamia y ternura se mezclan como constelación
de aldeanos que observan un cielo límpido.
El grass es un espejo donde podemos mirarnos
en la morada eterna del tormento o del descanso.

Mi resistencia te surte de gritos lúgubres
con actitud amenazante contra el infortunio.
Muerte definición exacta de cuervos en su jornada
premunidos del azar presuroso y emponzoñado.
Se funden las cadenas de la vida los pensamientos
engrillados suben hasta la pequeña capilla.
Javier (1954), Sergio (1955) juntos esperando la convocatoria
en el campo santo donde existen esperanzas
observamos los abuelos juntos para el gran banquete.
Que viva la eternidad furtiva del descanso
después de la agradable muerte,
en ofrenda de la vida eterna.

Estoy abandonado en medio de la vida pasajera
en los predios de la mangachería irremplazable
donde pido un remedio para mi dolor.
Mi tristeza convoca un suspiro desgarrado
y digo que mi eco es un llamado a las pálidas esperanzas
enfermo no oculto mi mal a compañeros de infortunio,

En las noches me siento a la puerta de mi casa
donde espero piedad para mi alma.
Y oculto mi infortunio a los bienhechores
y al médico que me infringe mayores aflicciones.
Trata de curarme para derrotar a la cruel enfermedad.
Desnudando las inquietudes de la soledad de los
elevados de concreto armado por donde desfilan los
autos a grandes velocidades donde vuelan hojas
de mi pérdida historia clínica desaparecida como
pez en el gran océano de la implacable soledad.

Nunca obtuve ganancia alguna por hecho ilícito
de bienhechores hombres opulantes pero llenos de avaricia.
Insisten en sus elogios los farsantes con sus ojos zarcos
ante los bastonazos de la justicia y franqueza.

Sino diré que los hombres de otras tierras me ofrecen halago
muchas veces negado en mis dominios
ahora que marcharé para siempre al infinito.