17/7/08

La masacre de La Cantuta ocurrió el 18 de julio de 1992. Nueve estudiantes y un profesor fueron secuestrados y ejecutados por el destacamento Colina. Para borrar las evidencias del horrendo crimen los asesinos enterraron los restos en fosas, en Cieneguilla.

http://www.cverdad.org.pe/ifinal/pdf/TOMO%20VII/Casos%20Ilustrativos-UIE/2.22.%20LA%20CANTUTA.pdf


Martes, 2 de octubre de 2007

Entrevista. GISELA ORTIZ

"La solidaridad es fundamental"

Su empresa está rindiendo frutos. Tenía 20 cuando mataron a su hermano.
Usted la ha visto luchar porque se haga justicia. Los indeseables están cayendo. El Perú está abriendo los ojos.

TENAZ. Desde que secuestraron y mataron a su hermano, varias veces ha tratado de rehacer su vida. Imposible. Sus últimos 15 años los ha consagrado a que se sepa la verdad y se castigue a quienes le arrebataron a su Kike. Fujimori ha sido extraditado. Ella está contenta, ¡y tiene derecho a ello!

Por Antonio Orjeda
Gisela y Luis Enrique Ortiz nacieron en Chachapoyas, Amazonas. Vinieron a estudiar a Lima. Allá, entonces no había universidad. Ingresaron a La Cantuta y a San Marcos, cada uno a un par de carreras distintas. Hubieran querido seguirlas ambas, pero el dinero que les enviaban sus padres --maestro y técnica en enfermería-- no les alcanzaba. Eligieron La Cantuta.
Ambos internos, Gisela era la delegada de su pabellón. Sabía que entre ellos había senderistas infiltrados, lo mismo que militares. Lo suyo era estudiar. Gisela quería ser maestra, especializarse en Lengua y Literatura. Estaba en sexto ciclo.
El jueves 16 de julio de 1992 Sendero Luminoso voló Tarata. Dos noches después, el Grupo Colina ingresó en La Cantuta y secuestró a nueve estudiantes y un profesor. Desde entonces, sus familiares han buscado conocer la verdad y que se castigue a los responsables. Gisela Ortiz es el rostro de esta causa. Tenía 20 años cuando desaparecieron a Luis Enrique. Lleva ya 15 años de lucha.
¿Usted ha lucrado con su dolor, como ha dicho el fujimorista Rolando Sousa?
No. Yo tengo un compromiso con mi hermano, y él, en mi lugar, habría hecho lo mismo. También tengo un compromiso con mi familia, porque cuando mi hermano desapareció, la única familiar directa, aquí en Lima, era yo; y no he dejado que ninguno de ellos se involucre en esto.
¿Por qué?
Porque es difícil estar en esta lucha. No solo por el daño emocional que te causa, sino porque te deja secuelas psicológicas con las que luego tienes que arrastrar.

Muestras de violencia como la de Sousa, ustedes han vivido muchas. En setiembre de 1994, durante la misa en la Plaza Francia, previa al entierro de sus familiares, circularon volantes que los calificaban de terroristas.
La forma más simple de entender por qué desde el Estado se mató a estudiantes, es la justificación de que eran terroristas. De difundir esa justificación no solo se encargaron Alberto Fujimori y sus voceros, sino incluso algunos medios de comunicación. En el juicio oral, los asesinos (el Grupo Colina) han contado con lujo de detalles todo lo que hacían. Uno de sus infiltrados (en La Cantuta) ha reconocido que todos los días le enviaba informes a Martin Rivas sobre lo que hacían los terroristas, y nunca ninguno de los asesinados figuró entre ellos.

Los críticos a su lucha no se han detenido a pensar en que hasta la fecha ustedes no saben por qué secuestraron, torturaron y mataron a sus familiares.
¡Yo creo que ni los mismos Colina saben por qué lo hicieron! Lo que nosotros entendemos es que fue un acto de venganza, ¡por varias razones! En primer lugar, porque en 1991 nosotros rechazamos la presencia de Fujimori en La Cantuta. Me refiero a los alumnos internos.
¿Por qué lo hicieron?
El Fujishock nos afectó como internos. En la universidad no había qué comer. De desayuno nos daban agua de apio con un camote sancochado. Así vivimos como seis meses. El almuerzo era caldo de arroz. A mí me empezó una anemia terrible, ¡así no podíamos estudiar! Entonces, ¿cómo íbamos a perdonar a un gobierno que nos maltrataba como estudiantes? Además, sabíamos que su presencia significaba una intervención en la universidad, que también traía la presencia militar.

Tras el secuestro de su hermano, su vida sufrió un cambio...
¡Total! Cambió mi proyecto de vida. Mi objetivo --y el de mi hermano-- era estudiar, hacer una especialización y volver a Chachapoyas a trabajar; ayudar a nuestras hermanas menores. Pero cuando lo desaparecieron, no solo me olvidé de que tenía que estudiar, me dediqué de lleno a su caso --estos 15 años--; y hasta ahora no lo puedo dejar, pues esta situación de impunidad ¡todavía persiste!

Usted se ha convertido en la imagen de las víctimas de La Cantuta. ¿Cómo se forjó la líder?
Con mucha responsabilidad. Fui asumiendo los papeles que muchos familiares dejaron de asumir. En un principio no quería dar declaraciones, y cuando hablaba, no dejaba que me fotografiaran. ¿Por qué? Porque vivía en un asentamiento humano en el Callao, con una familia que me había alojado --porque yo no tenía dónde vivir-- y me parecía irresponsable que por mi culpa los vayan a identificar y les hagan daño. Yo he vivido dos rastrillajes, he tenido que quemar documentos para evitar que me identificasen. No quería dar la cara abiertamente. Lo empecé a hacer a partir de 1993. Había otros familiares que habían asumido la lucha, gente quizá más preparada que yo, pero que fue dejando el tema, y de alguna manera fuimos quedando la señora Raida (Cóndor, madre de Armando Amaro) y yo. Y bueno, dentro de mí fui incorporando todo el proceso...

Al principio no les hacían caso.
Nadie nos quería atender. Le exigíamos al rector que convocara a conferencias de prensa, y como nadie iba, nosotros íbamos a cada medio de comunicación a explicar lo que había pasado, que necesitábamos que nos ayuden; pero era raro el medio que se animaba a sacar algo.

El 2000, en la encuesta llamada ¿Cómo quieren ser recordados los jóvenes del 2000?, usted dijo: "queremos ser recordados como conscientes, solidarios, que saben defender sus derechos y que no se venden a nadie". ¿Siente que ha cundido el ejemplo?
¡Sí! Cuando la gente comenzó a entender lo siniestro y corrupto que fue el gobierno de Fujimori, los jóvenes se comenzaron a movilizar, y fueron incorporando el tema de derechos humanos. Recuerdo las primeras grandes movilizaciones de 1994 contra la Ley Cantuta (que libró al grupo Colina de toda responsabilidad en el hecho). Nosotros las convocamos y vinieron de universidades que en su vida se habían movilizado, y lo hicieron ¡para solidarizarse con nosotros! Creo que ahí fue despertando el espíritu de los jóvenes, se dieron cuenta de que era necesario participar abiertamente en esta lucha. En 1997, ya eso se vio más abiertamente. ¡Fuimos conscientes de lo que nos tocaba asumir!

Como contraparte, en una reciente encuesta a reconocidos empresarios, estos señalan a Fujimori como el mejor presidente del Perú.
¡Por todos los beneficios que recibieron! Que si fue corrupto, si violó los derechos humanos, eso no les interesa.

Es preocupante que para ellos pese más el tema económico que el moral.
Es que, para muchos, la forma de medir está determinada por cuánto me beneficia. A mucha gente no le importa que haya matado y robado, miden sin anteponer los que deberían ser sus principios y convicciones. ¡Por eso se permitió que se violasen derechos humanos en la magnitud en que se hizo! Nadie fue capaz de reaccionar, y menos los empresarios. ¿Acaso alguno levantó su voz diciendo que hay que incorporar a las víctimas de la violencia política porque son parte de nuestra historia? ¿Alguna universidad ha ofrecido becas o alguna institución privada de salud ha ofrecido tratamiento en salud mental? ¡Nada! Esto es parte de la indiferencia, de creer que eso no nos compete y que es mejor voltear la cara. Por eso creo que, más allá del daño concreto y real que le hizo Fujimori a mi familia, a mi persona, lo más grave es que él, de alguna manera, nos ha deshumanizado, nos ha desarticulado socialmente.

Al país.
Al país.

Tras la muerte de su hermano, dejó su carrera, dejó todo. Su hermana menor comparte su sueldo con usted en vista de que está entregada a esta lucha que se ha convertido en su empresa, que no es otra que la búsqueda de justicia. Con mi familia, en algún momento iniciamos un negocio. Tuvimos una botica hasta el 2002, yo era quien la administraba hasta que se inició todo esto del juicio y ya nadie se hizo cargo del negocio. En 1999 yo regresé a Amazonas y empecé a cultivar una chacra de café orgánico, pero también la tuve que dejar porque (con el juicio) ya no tenía tiempo.

Es decir que, económicamente, pudo haberse desarrollado.
Sí, pero me ganó 'el tema'. Empezaba algo, lo veía crecer, pero tenía que dejarlo.

Eso la debió frustrar.
¡Hasta ahora! Si tú me preguntas si a los 35 años yo me siento realizada..., en el sentido académico, yo me siento frustrada. Recién he obtenido el bachillerato, tengo que sacar la licenciatura, quiero empezar una maestría, quiero dedicarme a un trabajo que me apasione. A los 35 años no tengo hijos, no sé si los vaya a tener. Entonces, si bien es cierto que reconozco todos los logros que hemos tenido en la lucha --el juicio a Colina, el que Fujimori esté aquí, el que gran parte de la población sepa ahora lo que en realidad pasó, la solidaridad que hemos generado--, en lo personal, como Gisela Ortiz, sigo siendo una mujer frustrada.

Entonces, ¿ha valido la pena su lucha?
Sí y no. Sí, porque nos ha permitido avanzar en esta lucha por lograr la justicia. Hay avances concretos: cuando voy a los juicios y veo a los asesinos --porque vamos todas las semanas--, ya no los veo en la misma actitud del primer día --orgullosos, riéndose de nosotros--, sino más bien arrinconados por la justicia, ¡ese es nuestro logro! Cuando ves a Fujimori recluido, ¡es parte de nuestro logro! Cuando logramos una sentencia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que es producto de nuestro esfuerzo y de nuestro propio convencimiento, claro, ¡se ha avanzado!

Uno está acostumbrado a oír su voz o a ver su rostro en los medios de prensa denotando dolor.Cuando concertamos esta entrevista, su voz era otra, había alegría.Gran parte de este dolor permanente tiene que ver con la impunidad que se vive en el país, pero cuando se tiene esta oportunidad de juzgar a Fujimori --para determinar su responsabilidad--, para nosotros es un triunfo ¡y se incorpora en nuestro estado de ánimo! Hemos tenido golpes bajos como el atentado contra "El ojo que llora" o el que salga Sousa a decir que lucramos con nuestro dolor o Martha Chávez --llena de odio-- que sigue agrediéndonos, diciendo que nuestros familiares eran terroristas, todo con el ánimo de mellar nuestro triunfo, pero, felizmente, no lo logran.

Ustedes están fuertes.
Sí, hemos aprendido a fortalecernos entre nosotros. Por eso considero que, para el país, la solidaridad es fundamental. Cuando salgo a la calle y alguna gente me reconoce, nunca --en todos estos años-- nadie me ha dicho nada ofensivo. La gente me saluda, algunos saben mi nombre y me dicen: "¡qué bien que estén en esta lucha!, nosotros rezamos por usted". Un señor me dijo que le habla a sus hijas, que les dice: "así tienen que ser, ¡tienen que defender sus derechos!". ¡Todo eso es una gran responsabilidad para mí! Así te das cuenta de que lo que uno hace le importa a mucha gente. Y esto, a mí, no solo me complace y me llena de alegría, sino que me fortalece.

Se ha convertido en un ejemplo para los peruanos, pese a que usted no lo pretendía.
¡Ni pretendo serlo! Lo que yo quiero, simplemente, es demostrar que uno es capaz de defender sus propias convicciones. Nosotros, desde 1992, cuando desaparecieron a nuestros familiares, empezamos a denunciar a Fujimori, ¡cuando él estaba en el gobierno! Nosotros siempre dijimos que él es el principal responsable de lo que les pasó, y esa convicción no se nos quita hasta ahora. Nosotros, en 15 años, no hemos cambiado de discurso, nos mantenemos firmes en los que --creemos-- son nuestros derechos. ¿Por qué? Porque es la única forma de recuperar la tranquilidad.

Sea la que sea la trinchera en la que estemos, no hay que dejar de dar batalla.
¡Y lo hacemos con mucha pasión! Porque nosotros necesitamos que haya justicia.

Y cuando acabe esto, ¿en dónde va a volcar toda su pasión?
He terminado una especialización en responsabilidad social y empresarial en la Universidad del Pacífico, un tema que me apasiona, porque sí creo en la obligación de la empresa de hacer trabajo social por su entorno, por sus trabajadores, por su comunidad. En este tema he asesorado a una empresa privada y, felizmente, he logrado contagiarle esta motivación.

O sea que, sin pretenderlo, ha encontrado...
¡Una chamba! Yo siempre he estado ligada al tema social, y cuando conocí la responsabilidad social, dije: ¡ahí está! Este es un camino que puedo incorporar para sentirme satisfecha conmigo misma. Además, aquí hay empresas que felizmente han entendido que no se trata de ser dadivoso y caritativo, ¡sino de hacer un trabajo responsable y socialmente comprometido! Yo quiero un país diferente, en el que no haya corrupción, en el que no se mate a nadie, ¡porque mis sobrinos van a seguir viviendo aquí! Pero quiero un país decente, en el que nadie se atropelle. Por eso la muerte de mi hermano no debe ser en vano. Tiene que servir para que abramos los ojos, para que historias como la suya no se repitan, porque yo no quiero que nadie pase por el proceso por el que yo pasé. Ya fue suficiente dolor, ya fue suficiente llanto, ¡lo que ahora hay que tener es esperanza! Todos tenemos que apostar para que nuestro país cambie.
LA FICHA
Nombre: Andrea Gisela Ortiz Perea.Colegio: La primaria, en el 18002; terminó en el Virgen de Asunta, ambos en su natal Chachapoyas.
Estudios: Administradora de la Universidad Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta.
Edad: 35 años.
Cargo: Representante de las víctimas del crimen de La Cantuta.

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