25/1/19

Algunos libros del escritor KEN SÁNCHEZ





LA SOMBRA DE VIVIR



PECADO (Novela)

25 años de la muerte de Carlos Oliva.


Ayer se cumplió 25 años de la muerte de Carlos Oliva. Lo conocí en 1990 cuando fundamos, junto a unos ocho jóvenes, el grupo poético Neón, curioso nombre que él ya había puesto, con anterioridad, a un pequeño grupo. Lo conocí en la universidad San Marcos donde él estudiaba. Mejor dicho, adonde él iba a estudiar de vez en cuando o cuando podía, porque Carlos pertenecía más a las calles, a esas calles del Rímac y del Centro principalmente. Su poesía nacía de esa urbe pegada a las dos orillas del río hablador. Se sentía heredero de Rimbaud, de Ginsberg, de Enrique Verástegui. En realidad, todos los del grupo Neón nos sentíamos marcados por esa tradición maldita de la poesía. En medio de esos años oscuros, de muertes y violencia, el thánatos imperaba en nuestra visión del mundo. Carlos fue el primero en irse, un 24 de enero de 1994. Tenía 34 años. Supongo en sus oídos sonaría un tema de Pink Floyd en ese momento en que un auto lo arrolló, y luego, tras el golpe mortal, aun seguirían resonando los Pink en su alma. Y es que, en su poesía, aun siendo breve, late lo más sublime que ha dejado el arte en el siglo XX. Carlos fue, efectivamente, el último poeta maldito, tal como él mismo lo proclamara en ese prólogo que escribió para el único libro que dejó escrito, publicado póstumamente, Lima o el largo camino de la desesperación. Han pasado 25 años y lo recuerdo nítidamente en varios momentos, con esa figura delgada, un tipo de 1.80 aproximadamente, sus ojos verdes y saltones, jean y camisa casi siempre; lo veo venir a pie del Rímac, doblando el jirón Cailloma hacia Quilca, entrando al bar Las Rejas, desplegando sus hojas bond A4, leyendo sus poemas con esa voz algo aguda y afónica, una mano sosteniendo el papel, la otra el vaso de Cienfuegos, mientras afuera la ciudad, ya de noche, lo aguardaba nuevamente con su no sé qué balbuciente.

Miguel Ildefonso
25 de enero de 2019.



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