30/11/08

Se esclarece la trágica muerte de Valdelomar


DATO El trabajo de Gotardo Almonacid Cisneros se sustenta en documentos fehacientes. Ahora deben rectificarse los inexactos juicios que consignan la muerte de Valdelomar.
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(1) Gotardo Almonacid esclarece la muerte de Valdelomar. (2) El Conde plebeyo, de acuerdo a Manuel Miguel de Priego.
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Gotardo Almonacid Cisneros ha realizado una labor de investigación respecto a la muerte de Abraham Valdelomar. Así queda esclarecido el trágico deceso de “El Conde Lemos”.

Durante muchos años se repitió que César Vallejo había muerto de sífilis debido a una irresponsable tesis de Xavier Abril. Hasta que Javier Mariátegui decidió estudiar las recetas y medicina que se suministró a Vallejo y así, desmintió al autor de “César Vallejo o la teoría poética”. Lo mismo sucedió en torno a la muerte de Abraham Valdelomar. Por eso, es preciso celebrar el trabajo de investigación de Gotardo Almonacid Cisneros.

En efecto, Abraham Valdelomar viajó a Ayacucho para participar en el Congreso Regional. Llegó a caballo procedente de Huancayo, el lunes 27 de octubre a las 4.30 p. m., de 1919.

Todos los diputados fueron invitados al hotel Bolognesi a una cena de gala. Antes, Valdelomar visitó una farmacia y después necesita estar solo. Gotardo Almonacid Cisneros, escribe: “Cuando Valdelomar sale del comedor, Pacheco va con él o le sigue los pasos. Nuestro escritor marcha por un paso desconocido, hacia una simple pared que conduce a una escalera a interior de piedra, da un paso en falso y cae al vacío, rompiéndose la columna vertebral contra el pretil de una vieja escalera del tiempo de la colonia y, rebotando cae sobre un montículo de piedra al lado de aquella escalera. Transcurridas algunas horas, lo encontraran quejumbroso, con la columna vertebral fracturada y dolores insoportables. (…) Abriendo los ojos desmesuradamente, murmuró: ‘Me estoy muriendo’ y exclamó haciendo un último esfuerzo: ‘Dios mío, ¿por qué me llevas tan pronto?, si todavía no he terminado mi trabajo’. Expiró a las dos y media de la tarde del 3 de noviembre de 1919”

Como dice Gotardo Almonacid Cisneros: “La muerte trágica de Valdelomar sirvió para que sus enemigo se ensañaran con él después de muerto, tejiendo una versión tergiversada de los hechos, haciendo correr el rumor malévolo que había muerto encima de una inmundicia. Afirmación sin pruebas. Quienes lo encontraron declararon haberlo hallado sobre un montículo de piedras, al pie de las gradas, con la columna espinal quebrada. Esos ególatras y figuretis que siempre eran los mismos que destilaban el veneno de la envidia y la incomprensión contra César Vallejo y José Carlos Mariátegui”.

El manzano que daba canciones en lugar de frutos De: Jack Flores

Llegó el día de la primavera, y como siempre, el manzano de la huerta debía dar sus canciones. ¿Qué canciones daría? Con esa curiosidad se levantó Perico esa mañana, abrió la ventana y esperó escuchar una canción. Pero pasó un minuto y no escuchó nada. Esperó otro minuto más y tampoco escuchó nada. Preocupado, Perico salió de su cuarto y caminó con prisa hacia la huerta. Llegó hasta el manzano y le preguntó: “¿Por qué no das tus canciones?” Y el manzano le respondió: “La última vez que di canciones nadie me aplaudió, por eso ahora me niego a dar más canciones.” Perico, sorprendido por esta respuesta, se apuró en dar sonoros aplausos y el manzano soltó una alegre canción. Perico regresó sonriente a su cuarto. Pero al llegar a su habitación, la canción cesó. Perico esperó, pero no volvió a escuchar una nueva canción. Regresó otra vez a la huerta y volvió a preguntar: “¿Qué te pasa, por qué no das más canciones?” “La última vez que di canciones, nadie bailó”, respondió el manzano, “por eso ahora me niego a dar más canciones.” Perico, perturbado, se apuró en hacer unos movimientos de baile y el manzano soltó una hermosa canción. Perico regresó tranquilo a su cuarto, pero luego de unos minutos ya no escuchó nada. Otra vez regresó corriendo. “¿Qué pasa, por qué interrumpes tus canciones, acaso no he aplaudido y bailado como me has pedido?” “Sí –respondió el manzano-, pero tú eres el único que lo hace y eso no es suficiente para vivir siempre cantando”. Perico, conmovido, corrió hasta las casas de sus amigos; les convenció de la necesidad de aplaudir y bailar para que el manzano siguiera embelleciendo la vida con sus canciones. Sus amigos, luego de escucharlo, no dudaron en reunirse todos al pie del manzano, y tomados de la mano, bailaban a su alrededor, haciendo que el manzano soltara sus más bellas canciones. Y sucedió siempre, que en cada nueva primavera, el manzano cantara y cantara, rodeados de niños hombres y mujeres, y hasta de aves y mariposas llegando a expandir esta costumbre a otros manzanos del mundo. Jack J. Flores Vega
Lima, 22 de noviembre de 2008