13/3/09

Casa de Cuervos Por: Blanca Varela


Por: Blanca Varela
 

porque te alimenté con esta realidad
mal cocida
por tantas y tan pobres flores del mal
por este absurdo vuelo a ras de pantano
ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío

no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable retrato
forzando la oscuridad del día
párpados de miel
y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo
tu náusea es mía
la heredaste como heredan los peces
la asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombras tejen
sombras y tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas pasado en la entreabierta ventana
y nuestra
para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes
ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
con tu sangre que ya no deja lugar
para nada ni nadie

aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa
de tus pasos
a todas las primaveras que inventas
y destruyes
a tenderme nada infinita
sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada tuya
que ilumine mis restos
porque así es este amor
que nada comprende
y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los sueños
hasta ese torpe gris
que es despertar
en la gran palma de dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculo que tu cuerpo
sin más puerta que tu cuerpo
así este amor
uno solo y el mismo
con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego abandonado
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
a donde no has de volver.
 

La muerte, impostergable ceremonia Blanca Varela, la principal figura de la poesía peruana.

ESPECIAL

Blanca Varela, la principal figura de la poesía peruana falleció ayer en su casa de Barranco. Escribió en un poema: “Nadie nos dice cómo voltear la cara contra la pared y morirnos sencillamente…”

Por: Enrique Planas

“Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo”, decía el mexicano Octavio Paz de la obra de Blanca Varela. Sus versos tienen también esa silenciosa sabiduría que nos alumbra y reconforta cuando la muerte nos arrebata lo más querido. Por ello, vuelven ahora a nosotros al enterarnos de que la voz principal de la poesía peruana falleció la mañana de ayer en su casa de Barranco: “La muerte se escribe sola / una raya negra es una raya blanca / el sol es un agujero en el cielo / la plenitud del ojo” (“Concierto animal”, 1999).

La poeta, de 82 años, padecía en los últimos años de una cruel enfermedad cerebrovascular que no solo le había impedido escribir, sino también comunicarse con lucidez.

“Nadie nos dice cómo / voltear la cara contra la pared / y / morirnos sencillamente”, escribía Varela en su libro “El falso teclado” (2001). En este difícil trance, la familia ha cerrado todo contacto con la prensa. Según una fuente cercana a la desaparecida poeta, se ha dispuesto que los servicios funerarios se lleven a cabo en estricto privado y se ha descartado cualquier ceremonia pública. Su cuerpo será cremado.

VIDA Y PALABRA
“Desde Vallejo no habíamos sido convocados a una ceremonia de semejante ingenio melancólico y radical certidumbre. Le debemos a ella esa pura demanda del casi perdido valor de los nombres”, señala el crítico Julio Ortega, quien destaca la capacidad de la escritora para decir tanto con tan despojado lenguaje.

“Blanca Varela era como sus poemas: afable, compleja, atractiva y verdadera”, comenta, conmovido, el escritor Alonso Cueto, amigo de la poeta. “A lo largo de los años, disfruté mucho de su trato y de su lectura. Era capaz de conversar durante muchas horas en un café o a lo largo de caminatas, hasta hacernos sentir la espontaneidad de la amistad. Tenía una insolencia subrayada por la elegancia y el cariño. Nunca la vi como a una persona mayor. Su gracia y su soltura venían de su bondad natural”, recuerda. 

Hija de la poeta Esmeralda González Castro, más conocida con el seudónimo de Serafina Quinteras, Varela comenzó sus estudios de Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1943. En esa década conoció a Javier Sologuren y a Jorge Eduardo Eielson, poetas que, junto con Sebastián Salazar Bondy, Washington Delgado y Carlos Germán Belli, formaron la primera línea de la generación del cincuenta. Empero, la crítica suele emparentar su obra con la de dos maestros de una generación anterior: César Moro y Emilio Adolfo Westphalen.

Varela señaló muchas veces que su trayectoria literaria no habría sido la misma sin el apoyo del poeta mexicano Octavio Paz, a quien conoció en París tras llegar, en 1949, al lado del pintor Fernando de Szyszlo, con quien se casó y tuvo dos hijos.

La inquieta poeta limeña se puso en contacto con la intensa vida artística y literaria de entonces, trabando amistad con autores como Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Henri Michaux, Alberto Giacometti o Rufino Tamayo. Luego radicarían en las ciudades de Florencia y Washington antes de regresar definitivamente a Lima, en 1962.

En la última década, la obra de Blanca Varela había alcanzado una notable repercusión en España, donde se publicó su poesía reunida en “Donde todo termina abre las alas”, editado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, con prólogo del poeta y ensayista mexicano Adolfo Castañón y epílogo del premio Cervantes Antonio Gamoneda. También circulan la antología “Como Dios en la nada”, en Visor, y su celebrado poemario “Concierto animal”, publicado por la prestigiosa Pre-Textos.

Una de sus últimas apariciones públicas se registró el 31 de octubre del 2007, cuando el Parlamento le impuso la Medalla del Congreso de la República. Como se recuerda, su precario estado de salud le hizo imposible viajar a España para recoger ese mismo año el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

LA FICHA
Nombre: Blanca Varela (Lima, 1926).
Poemarios principales: “Este puerto existe” (1959), “Luz de día” (1963), “Valses y otras falsas confesiones” (1971), “Canto villano” (1978), “Concierto animal” (1999), “El falso teclado” (2001).
Premios: Recibió lauros tan importantes como el Octavio Paz de Poesía (2001), el Federico García Lorca (2006) y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2007).

OPINIONES 
“Me aúno al pesar suscitado por la partida de Blanca Varela. En realidad, son las letras hispanoamericanas las que están de duelo. Siempre se la recordará por el legado poético que nos deja, caracterizado por una profunda temática existencial y expresada siempre con el rigor estético de nuestro tiempo”.
CARLOS GERMÁN BELLI. POETA

“A diferencia de los narradores, con los poetas siempre me ha ocurrido que se parecen a lo que escriben. El tono, la atmósfera y la dinámica de su poesía se reflejan en la conducta, la conversación y el trato sus autores. En el caso de Blanca Varela, esta relación era una virtud”.
ALONSO CUETO. NOVELISTA

“Qué gran pena su muerte. Leer a Blanca Varela siempre suscita una conmoción. Decir más con muy poco despoja al lenguaje, y hace de su verdad un despojo. Zozobran las palabras como la última palpitación de lo vivo”.
JULIO ORTEGA. CRÍTICO

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