Llegó el día de la primavera, y como siempre, el manzano de la huerta debía dar sus canciones. ¿Qué canciones daría? Con esa curiosidad se levantó Perico esa mañana, abrió la ventana y esperó escuchar una canción. Pero pasó un minuto y no escuchó nada. Esperó otro minuto más y tampoco escuchó nada. Preocupado, Perico salió de su cuarto y caminó con prisa hacia la huerta. Llegó hasta el manzano y le preguntó: “¿Por qué no das tus canciones?” Y el manzano le respondió: “La última vez que di canciones nadie me aplaudió, por eso ahora me niego a dar más canciones.” Perico, sorprendido por esta respuesta, se apuró en dar sonoros aplausos y el manzano soltó una alegre canción. Perico regresó sonriente a su cuarto. Pero al llegar a su habitación, la canción cesó. Perico esperó, pero no volvió a escuchar una nueva canción. Regresó otra vez a la huerta y volvió a preguntar: “¿Qué te pasa, por qué no das más canciones?” “La última vez que di canciones, nadie bailó”, respondió el manzano, “por eso ahora me niego a dar más canciones.” Perico, perturbado, se apuró en hacer unos movimientos de baile y el manzano soltó una hermosa canción. Perico regresó tranquilo a su cuarto, pero luego de unos minutos ya no escuchó nada. Otra vez regresó corriendo. “¿Qué pasa, por qué interrumpes tus canciones, acaso no he aplaudido y bailado como me has pedido?” “Sí –respondió el manzano-, pero tú eres el único que lo hace y eso no es suficiente para vivir siempre cantando”. Perico, conmovido, corrió hasta las casas de sus amigos; les convenció de la necesidad de aplaudir y bailar para que el manzano siguiera embelleciendo la vida con sus canciones. Sus amigos, luego de escucharlo, no dudaron en reunirse todos al pie del manzano, y tomados de la mano, bailaban a su alrededor, haciendo que el manzano soltara sus más bellas canciones. Y sucedió siempre, que en cada nueva primavera, el manzano cantara y cantara, rodeados de niños hombres y mujeres, y hasta de aves y mariposas llegando a expandir esta costumbre a otros manzanos del mundo. Jack J. Flores Vega
Lima, 22 de noviembre de 2008