Decía el escritor cubano Alejo Carpentier, en uno de sus ensayos referente a la problemática de la actual novela latinoamericana que no se puede hablar de una corriente novelística en un país por el solo hecho de existir una gran novela en tal país. Más bien, agregaba, para que un país tenga novela, hay que asistir a la labor de varios novelistas con un esfuerzo continuado y una constante experimentación de la técnica. Traigo a colación esta idea ahora que he leído y releído este primer libro de relatos de ciencia ficción de Carlos E. Saldívar.
Lo primero que se me vino a la mente, al terminar de leer este primer libro de relatos de ciencia ficción, es el nombre de José B. Adolf, solitario cultivador del género de la ciencia ficción en el Perú –aunque Adolf no se limitó a esa corriente-. Otro nombre que surgió rápidamente es el de José Güich de quien he leído dos relatos encontrados en revistas de Internet, relatos que lindan más con lo fantástico que con la ciencia ficción. De modo que, parafraseando lo dicho por Carpentier, no se puede hablar de una corriente literaria de ciencia ficción en el Perú ni de la formación y desarrollo de esta corriente –eso a pesar de la difusión y conocimiento que ya se tiene de los grandes cultivadores y pioneros de este género: Arthur Clarke, Isaac Asimov, Ray Bradbury, etc. Y del auge que ostentan otros países de Sudamérica, caso Argentina- si no ha habido un esfuerzo continuado que alimente y fomente esta corriente.
Valdría entonces preguntarnos, ¿se puede hablar de una corriente de ciencia ficción en el Perú? ¿Qué es la ciencia ficción? La respuesta, creo, lindará con el escepticismo. Habrá que trazar dos líneas en la pizarra y esperar que los lectores –y autores- entiendan la respuesta. –como el personaje de Ribeyro. Lo que sí no me cabe ninguna duda al terminar de leer estos relatos de Carlos E. Saldívar es que son relatos muy bien escritos. Relatos donde la angustia, el amor y la preocupación son tópicos relevantes en este primer libro de Saldívar. Por eso, no sorprende cuando José Güich, prologador del libro, afirma: “Saldívar rinde tributo a los grandes pioneros y referencias… Sin embargo, impone un sello personal a no poca de sus ficciones. Su perspectiva está teñida por cierto fatalismo y desesperanza sobre el destino de la especie humana.” Y es cierto. Los relatos de Saldívar tienen el sello personal de un escritor maduro con hábil dominio de la palabra, estructura y tema.
El primer relato, “El problema del amor”, con que se abre el libro, encierra ya una sorpresa y un asombro por lo bien estructurado que está. El personaje está discutiendo con su pareja en el cuarto. Él se queja de que ella siempre le da la razón en todo y ella de que los hombres son complejos. Al final, ella acepta terminar la relación. El hombre se sitúa detrás de ella, pasa su mano debajo de su nuca y presiona el dedo en el diminuto botón rojo que su pareja tiene en esa parte del cuerpo. Todo ha terminado. Lo que sigue después es un cambio de lugar y de personajes: dos fabricantes de modelos-pareja –especie de robots- del país quienes ante el fracaso de su invención, de su incapacidad de satisfacer con sus “modelos” la soledad de las personas, deciden resolver antes el enigma que los lleva a fracasar; para ello se preguntan. ¿Qué es el amor? ¿Existe?
Otro cuento que sorprende también porque está impregnado de un profundo lirismo y solidaridad es “Volar como los pájaros”. Un hombre que tiene la capacidad de volar encuentra en el vuelo la plenitud de la felicidad; conoce a una mujer que también tiene esa capacidad de volar, y ambos se unen; tienen un hijo y vuelan los tres, junto a las aves y otros seres humanos que también surcan los cielos. Pero su área de vuelo se ve repentinamente limitado por las fronteras que imponen los países. Todo aquel que cruce la frontera aérea será derribado. Muchos de los que tienen la capacidad de volar mueren en el intento de hacerlo. Un día el hijo de la pareja voladora enferma y los padres deben conseguir el remedio en otro país para que sobreviva. La madre decide cruzar la frontera y conseguir el remedio por ser la más ligera y veloz para volar. Lo hace y su regreso es exitoso, solo que, en la frontera, de regreso, ha recibido dos impactos en el cuerpo. Entrega el remedio a su pareja, se desploma y muere. Su hijo se recupera. Y alcanza los 10 años. Pero el padre siempre escucha y lee la noticia de la muerte de los hombres y mujeres voladores en las fronteras, y medita… de la vida y la muerte, de la plenitud de la vida. ¿Algún día podremos hacer que las cosas cambien? Su respuesta es negativa: Jamás podremos volar como los pájaros.
Un tercer cuento, “Y todo final es un nuevo principio”. Trata de la catástrofe acaecida en
Con lo poco que he hablado aquí acerca de la ciencia ficción, no creo que se pueda hablar de un corpus del género en el país –hace poco se llevó a cabo el Primer Congreso Internacional de Literatura Fantástica en Lima, en el Centro de Estudios Cornejo Polar-, pero sí creo que con los relatos de ciencia ficción de Carlos E. Saldívar se amplía y se prevee un promisorio horizonte para la consolidación de este género narrativo en el Perú. Este primer libro de Carlos E. Saldívar así lo demuestra.
Jack Flores Vega