1/11/09

Kantos de ishpingo ----- Arcoiris de Magdalena


2 libros

Por: Miguel Ildefonso

1. Kantos de ishpingo (Manoalzada Editores, 2007) de Gloria Dávila Espinoza (Huánuco, 1961) nos introduce en una poética exuberante como la selva, lenguaje de múltiples referencias e influencias, que no solo nos relata los rituales mágicos y cosmogónicos de su amazonía, sino las denuncias y los gozos que alberga este refugio espiritual de una poesía que nace de la tierra y de la danza: he ahí el por qué del necesario “kanto” que brota de la mirada penetrante de la poeta en aquel bosque de símbolos, como decía Baudelaire. Gloria Dávila nos entregó este su segundo libro, importante para conocernos como seres universales, o, lo que es lo mismo, para reencontrarnos con nuestra propia naturaleza:

Réplica de un Jacarandá en Kitzaga Rinchi Nueva (en Túnica)

Empuño una pesada célula,

célula de mi alma

alma de mi cóncava ciudad corpórea

que se eleva para caer de bruces a la tierra,

grito a la niebla

mientras la conciencia

marca su tiempo,

un soneto es polo desdoblado

ahuyentado por una garra filosa

no racional,

no teológica,

y del fondo del pozo

mi espíritu zigzaguea en visiones

de ser esfera circular;

y es limitados espacios,

estrechos pensamientos

recorrer de venas

y mi pseudos vivir

es veintiún gramos otra vez.

2. En esta gris Lima de combis bárbaros que nos manda el Estado, es gratísimo encontrarse con un poemario como Arcoiris de Magdalena (Arteidea, 2009) de Fransiles Gallardo. El poeta, como buen ingeniero de la memoria y la palabra, nos trae un pueblo remoto del Perú, su pueblo Magdalena (Cajamarca) atravesado por el río Chilango. Los trazos que configuran sus versos reconstruyen un espíritu (su pueblo) aun vivo, que hace que nos reconozcamos, aun a gente como yo (de la ciudad apocalíptica), con nuestra identidad humana y fraternal. No es una épica, más bien una nostalgia pero que trae una promesa oculta entre sus yaravíes, sus carnavales, sus canarios, esas “hojarascas de nostalgia”, como dice el poeta: los puquiales, la plaza, los humeantes mecheros, el viejo Arturo, los molles secos. Y esa, así como en Kantos de ishpingo, es una de las funciones más hermosas de la poesía.

SOBRE LA CALAMINA la lluvia baila marinera

desde mi ventana

el valle es alabanza grito húmedo serenata

el cielo es fiesta

carnavales vibran en mis pies desnudos

llueve en mi vieja huerta llueve

sobre mi angustia llueve

en mi desparramada ausencia llueve

festejando mi retorno llueve

llueven

gotas de contento danzan

en mi esperanzado corazón