13/12/09

COLINA CRUZ / TEOFÍLO GUTIÉRREZ


El narrador y editor Teófilo Gutiérrez nos presenta en esta ocasión su nuevo libro titulado COLINA CRUZ, libro que contiene ocho cuentos separados en dos segmentos muy bien narrados y de buena edición, donde conjuga la violencia, los recuerdos y el humor. Un segundo libro con el que disfrutaremos de una amena lectura.
Saludos al amigo y narrador.

William G.P.


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COLINA CRUZ

de: Teófilo Gutiérrez

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La mayoría de las historias de Colina Cruz se erigen como una suerte de memoria colectiva de Guaranguillo, una aldea olvidada de la región de Jaén, en que junto al dolor, la violencia, la desolación se halla también el matiz humorístico de la comedia humana rural. Los personajes que son como sombras, como siluetas difuminadas o fantasmales, adquieren sustancia a través de la voz de de los distintos narradores, voces que dan cuenta, casi siempre en un tono expiatorio y aun de conjuración, de la violencia subversiva y contrasubversiva, del peso de la superstición y la intolerancia aldeana, o de la iniciación degradada del sexo y el descubrimiento de la muerte y de la levedad y futilidad de los actos humanos. Pero lo que confiere mayor jerarquía artística a Colina Cruz, no son las historias en sí mismas sino la textura de la prosa, fresca y precisa, con que Teófilo Gutiérrez ha sabido tejer las voces narrativas de sus deleitables cuentos.

Miguel Gutiérrez

Colina Cruz no es solo el rescate de la memoria; en sus historias seremos testigos de cómo la violencia es capaz de reinventarse para acabar con los últimos vestigios de la inocencia. La destreza narrativa de Teófilo Gutiérrez nos hará vivir –cual iniciados– esos momentos cruciales del Perú en que esta violencia deja ver su rostro antes de ejecutar a la víctima, allí en esos pueblos desolados, en donde lo raro, lo extraño y el asombro aún pervivían.

Miguel Ildefonso

El arte del cuento, por su extensión y precisión, requiere de ciertas claves y sugerencias para que el cuadro presentado adquiera intensidad y profundidad. Pero no bastan solamente las técnicas, menos el artificio; en el meollo, es la historia la que finalmente impondrá su ritmo y dirección, y la que seducirá o desalentará al lector. En Colina Cruz, la vida humana corre con la soltura quieta que la da la palabra, y el ambiente rural que baña todos los cuentos deja, por instantes, un hálito de melancolía. Los personajes –seres sencillos, en contacto directo con la naturaleza– se enfrentan sin remilgos a su destino, y es en aquel destino donde se hilvana la visión del autor, que no es para nada fatalista, sombría, ni poco edificante, sino más bien de una sutileza irónica, parejada con un rango aleccionador.

Carlos Rengifo

DATOS;

Teófilo Gutiérrez :

Estudió en la GUE San Miguel de Piura y literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado el libro de cuentos Tiempos de colambo(Sanval, Lima, 1996) y cuentos en revistas diversas. También colaboró en los diarios La Voz, La República, Ojo y en la Revista Somos de El Comercio. En 1989 obtuvo el Tercer Premio de Cuento Copé y en el 2004 el Primer Premio de Cuento 500VL-Municipalidad de Lima. Es creador del sello Hipocampo Editores. Nació en Jaén, pero desde los 9 años vivió en la calle Libertad, cuadra 1, frente al Teatro Municipal de Piura, y frecuentó a diario la casa del tío Néstor Martos Garrido, como le decían cariñosamente los jóvenes de entonces. Amigo de los mangaches de la Junín, los últimos. Este libro retoma la escritura dejada hace años para publicar otros libros de diversos autores de la literatura peruana. Publicamos Colina Cruz como un reconocimiento al autor-fundador por su calidad literaria fuera de toda duda.

Alicia Santos


EL DESCONOCIDO (también en la voz de Eunice)

Lo trajeron de entre esas colinas pardas. De más allá de esa otra fila de cerros pardos y otro horizonte que ya mismo se topa con el cielo. Fue un octubre del recuerdo cuando el polvo y las langostas. Por aquel entonces no se nos borraba la costumbre de tendernos sobre esteras coloradas, esperando que un poquito de lluvia nos mojara la piel de los pies o como decía mi abuela Herminia Valdizán, que se nos ventiasen las corotas, que en el caso mío, que soy mujer, haría lo que la abuela hacía: se callaba sonriente. En una de esas tardes lo vimos venir. Aunque en realidad a él no lo divisamos, sino a don José Perales, que arreaba una piara de mulas desnutridas que casi las tumbaba el viento. Don José Perales era el único comerciante de Guaranguillo, que continuamente hacía un recorrido de un día entero, hasta llegar a Santa Rosa, un pueblo costero en el cual crecían helechos de increíbles coloraciones donde las putas, llegada la noche, hacían negocio redondo con los viajeros que llegaban de las alturas de Jaén. Y no lo vimos venir, porque don José Perales lo trajo en una alforja en contrapeso de unas piedras marinas, conchas y caracoles que compraba casi por nada a los ribereños y que después, con habilidad de vendedor de aceite de culebras, cambiaba por gallinas, chivos y cerdos a los brujos de Guaranguillo. Recién lo vimos cuando lo descargaron de la bestia. Lo sacaron de los pelos para depositarlo en la pampa. Estaba como tullido por la incomodidad del viaje y tuvieron que hacerle masajes hasta que dio algunos signos de vida. Entonces doña Gudelia de Perales dijo que para qué tanto cholo si abundaban en Guaranguillo, que más daba trabajo el criarlos, una vaina tus ocurrrencias José, y de paso ¡cagado! Ahí mismo lo bañaron sin sacarle los trapos que lo cubrían, echándole varios baldes con agua, luego, ya ensopado lo cogieron de los brazos y en vilo lo tendieron sobre una tarima de magueyes muy cerca de la cocina, donde Engracia se compadeció de él y lo desvistió, abrigándolo con un sudadero que aún tenía el salado del sudor de las mulas. Era un churre por entonces y don José Perales lo bautizó con el nombre de Machaguay Brito. Jamás supimos por qué tuvo que llamarlo así, pues, según la historia de su origen, no se conocía ni siquiera el apodo de sus padres. El mismo José Perales diría posteriormente, a quienes con tanta insistencia trataron de averiguar la procedencia de Machaguay Brito, ¡que solo era un hijo de puta y que se lo regalaron porque les dio pena tirarlo al mar!

(Colina Cruz, Hipocampo Editores, diciembre de 2009, Lima-Perú)


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