Ni criollo ni andino, en todo caso la totalidad contradictoria del Perú (Cornejo Polar, dixit) es el espacio que Carrasco busca recrear con sutileza y coherente verosimilitud. De hecho, se percibe en sus textos su facilidad para aprehender los asuntos de la ciudad; porque es un feliz habitante de las calles del mítico barrio Nocheto. Donde fue testigo, cuando era niño, de los repartos populares de Sendero y de sus insignias que se prendían en los cerros aledaños, para deleite de los niños y temor de los adultos. Nocheto, donde es posible brindar con un faite de alcurnia o con una sufrida doncella que se corta los brazos por cada nuevo desamor que le toca vivir.
Pero, también, los asuntos del campo no le son ajenos, más bien parece tener una disposición empática con la naturaleza y más precisamente con la vida de los pueblos rurales. Su afición por las fabulosas festividades de Huarochirí o el constante tour por los majestuosos viñedos de Cañete. Su residencia en el bucólico Huánuco. El haber estudiado en La Cantuta, por su cercanía al río, es ya una elección por la arcadia natural.
En definitiva, Carrasco no se adhiere a una propuesta en particular ni a una moda específica. Es más bien un aspirante al selecto grupo de artesanos de la palabra quienes con exquisitez, parsimonia y deleite se dedican a hilvanar luminosas historias humanas. limeño se regodea con la muerte para recrear sus múltiples variantes en cada uno de sus relatos ...........................