Carlos Ernesto García, El Salvador
poemas del poeta salvadoreño Carlos Ernesto García y reseña cítica ana gallego cuiñas,
revista de crítica y creación literaria, ADARVE, #4, 2009
A QUEMARROPA EL AMOR
Guardo como pequeñas piedras de mar
días de nieve
regiones habitadas por el miedo
incendios de miradas devastando las calles
reinos de abejas y de hormigas
silvestres floraciones de palabras
atardeceres bajo oscuras arboledas
lápidas polvorientas
sobre historias personales
mesas de café
desde donde controlábamos las piernas
de una mujer que no nos hizo ni caso.
Alojo recuerdos como piedras de mar
y ninguno termina de hacer daño
en la palma de la mano
donde los aprieto con indecente esperanza.
Son recuerdos
como los de un gato en el jardín
con una bala entre las patas
¿O será alguien cargando su revólver?
De un gato que llora en el jardín
¿O será mi madre
que no está en casa desde ayer?
El recuerdo de un hombre que salta la verja
y yo no tengo tiempo
ni ganas para recibirlo.
Los impactos rompen la puerta
mientras irrazonablemente
la luna se aburre allá arriba
y saltando el muro
caigo en un estanque dorado
a salvo de la ballena que arrasa.
POR EL LENTO RENCOR DEL AGUA
A Rigoberto Paredes
Amenaza la memoria.
Camina entre manoseados papeles
con los pies prestados.
Peligrosa la memoria.
Se desnuda y combate en plena calle.
Alta suena la voz del que reclama
y los constructores del verso
ya no son volcán inactivo
tierra baldía
machete sin filo.
Camina entre manoseados papeles
con los pies prestados.
Peligrosa la memoria.
Se desnuda y combate en plena calle.
Alta suena la voz del que reclama
y los constructores del verso
ya no son volcán inactivo
tierra baldía
machete sin filo.
EL DESCANSO DEL GUERRERO
Harto de todas las batallas
el guerrero tomó su espada
que hundió en la arena
y pensó:
Este es un buen lugar
para la muerte.
Indiferente
cayó la tarde.
Nadie preguntó por el guerrero.
A nadie importó el lugar escogido
para el descanso.
Una tormenta de arena
se encargó de sepultarlo.
Abono no fue para la tierra
sino pasto para el desierto.
el guerrero tomó su espada
que hundió en la arena
y pensó:
Este es un buen lugar
para la muerte.
Indiferente
cayó la tarde.
Nadie preguntó por el guerrero.
A nadie importó el lugar escogido
para el descanso.
Una tormenta de arena
se encargó de sepultarlo.
Abono no fue para la tierra
sino pasto para el desierto.
BREVE POEMA DE AMOR
Vos sabés que yo
vengo de la melancolía a la melancolía
que confundo todos los lugares
la Plaza del Zócalo
con el Parque Ula Ula
el Danubio con el Lempa
a los niños andaluces con los de Panchimalco
la torre de París
con las de electricidad que daban frente a mi casa
allá en San Martín
cerca de Suchitoto.
Sí
la verdad es que lo confundo todo
hasta el color de tu pelo
con la espesa oscuridad de los cafetales.
PRIMER BESO
A una muchacha cuyo nombre
no recuerdo.
Cuando te besé
(fue en casa de una amiga tuya
que me gustaba)
era la primera vez que te besaban.
Sentí tu cuerpo temblar contra la tierra.
Nunca más volví a verte ni besarte
pero cuando te recuerdo
no sé por qué
aún siento tu cuerpo temblar contra la tierra.
no recuerdo.
Cuando te besé
(fue en casa de una amiga tuya
que me gustaba)
era la primera vez que te besaban.
Sentí tu cuerpo temblar contra la tierra.
Nunca más volví a verte ni besarte
pero cuando te recuerdo
no sé por qué
aún siento tu cuerpo temblar contra la tierra.
MAÑANA DE INVIERNO SIN ELLA
Yo
el que guarda en la sonrisa
al asesino
dime qué hago con estos ojos
que nacieron para verte
Con esta boca
que te nombra a cada instante
para espantar el silencio
Con estas manos mías
que te saben de sobra.
Yo
el que guarda el puñal
bajo la almohada
dime qué puedo hacer
para borrar tu sangre
y tu recuerdo
antes de que golpeen a la puerta
los que vengan a buscarme.
VERANO DEL 80 Y CINCO
Apoyada contra la pared
una joven de falda corta
quieta espera.
La miro.
Toso.
Doy una bocanada al cigarrillo
que circular se enreda entre sus piernas
—cierra los ojos y suspira—.
El metro estacionado ya
abre sus puertas.
Subimos en distintos vagones
y nos dejamos llevar.
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