1/3/10

La piel poética de Esther Castañeda (1947-2010). Carmen Ollé



POESÍA

La piel poética de Esther Castañeda*

Carmen Ollé

Desde Interiores, su primer poemario, publicado en 1994, pasando por Carnet (Lima, 1996) y ahora Piel, la poesía de Esther Castañeda se ha ido estructurando en base a silencios. Coincide la autora con cierta narrativa postmoderna en la que el desenlace y la solución del enigma están ausentes, aunque en el caso de Castañeda no por un propósito lúdico sino para acrecentar la ambigüedad de mundo referido, tal como es práctica en la poesía japonesa desde Matsuo Basho en el siglo XVII.

Según Umberto Eco, un texto es un aparato perezoso y corresponde al acto de lectura suplir lo que no se dice.

Gracias a la noción de elipsis, que en griego (“elieipo”) quiere decir yo descuido, dejo a un lado, se omiten frases o varias palabras cuyo sentido puede sobreentenderse.

En Piel, Castañeda nos introduce en la neblina, en una pintura sin contornos, en un mundo lleno de texturas y sonidos en sordina, y esboza una pareja de amantes cuya identidad sexual apenas si entrevemos por el último verso pero en la que siembra un conflicto, un drama amoroso.

Probablemente el eterno drama del cortejo amoroso está representado por los movimientos pautados de un felino que acecha a su presa, escondido, en la hierba crecida.

Hablamos de un poemario compuesto de veintiuno poemas cortísimos, pero no se crea que ellos suman gratuitamente con cada página un contenido casi imperceptible, donde el hilo conductor y el clima de tensión hacen lo suyo gracias a muy pocas metáforas, y a que la interpretación de lo no dicho es tarea de la elipsis que en todos los textos amplía la dimensión referencial.

LLUVIA

resbala

lluvia

cobíjame

ALONDRA

vuela a tu rama preferida

rózala

rodéala

alondra

AMANTE

gaviota

te vuelves arena

al borde de sus brazos

AZUL

tu voz

seda empecinada

agua dulce

flor azul

Lo que en la retórica de la poesía del siglo XX se ha versificado hasta el cansancio: el dolor y la amargura existencial, en Castañeda se oculta cuidadosamente. Por ello, el tono de Piel no es ni díscolo ni agresivo sino falsamente apacible, el velo apenas si se rasga con algunos sustantivos disonantes al conjunto.

Densidad y economía en el lenguaje son virtudes altamente consideradas en la poética de fines del siglo XX, en parte como oposición a la poesía coloquial y narrativa de los años setenta, heredera de la poesíabeaknik.

Pero no basta con lanzar uno que otro verbo sobre la página en blanco, la maestría consiste —como en Basho o en Issa— en captar un especial estado de ánimo o un instante en la cambiante naturaleza. También, en el caso de Piel, en un manejo diestro de los silencios.

Con su trabajo poético, Esther Castañeda ha ido labrando un espacio importante en la poesía peruana, sin estridencias ni afán protagonista, paso a paso, con ojos vigilante.

*Texto de la Introducción al poemario Piel de Esther Castañeda publicado por Magdala Editora, en 2001 (título adaptado).