26/4/10

Una tarde con la poeta Dora Varona



Aunque me he hecho el firme propósito de enfocarme en la mujer y la poeta, no puedo evitar caer en la pregunta que seguramente le hace todo el mundo: ¿Cómo era Ciro Alegría? Ella sonríe feliz. Es un tema que la apasiona y que podría ocuparnos el resto de la tarde, de una tarde que ella llenó de calidez:

-Hola, Dora, a nombre de todos los seguidores de Bisagra Editores, te agradezco por recibirnos en tu casa.

Su paciencia y amabilidad es sorprendente. Acaba de terminar la primera ronda de preguntas, a cargo del periodista y escritor Ricardo Vírhuez, y ahora debe soportar el segundo asedio, esta vez a mi cargo. Alisa los pliegues de su pantalón y se acomoda en el sillón con la mejor disposición, pero esta vez para ir a sentarnos al patio donde corre un aire fresco.

-Tú eras una poeta reconocida en Cuba, con varios premios en tu haber. Ya habías publicado Rendija al alma (Premio Instituto de Cultura Hispánica), Hasta aquí otra vez (Premio Adonais de España 1954) y Libro Cautivo, Bajo Dios (66 sonetos). ¿Por qué dejaste de escribir?

-Desde niña leía mucho, Maoli. Ya siendo estudiante comencé admirar a los grandes escritores. Sentía un especial fervor por los maestros de las artes y las letras. Cuando conozco a Ciro, él tenía 47 años. Gracias a Dámaso Alonso, mi profesor, yo ya había leído en Madrid “El Mundo es Ancho y Ajeno”, obra que no se conseguía fácilmente por ser considerada subversiva. Así que me casé con un hombre de letras, como yo soñaba. Dejé de escribir porque mi mundo, mi poesía, se convirtió en Ciro, mi casa y mis hijos.

Dora tiene ojos claros y sigue siendo muy bella. Sus fotos de juventud lo reflejan, por supuesto, pero también muestran una vida cultural propia. Ahí la vemos sentada en la terraza con Vicente Aleixandre, tomando una taza de té con Jacinto Benavente o conversando amenamente con Pio Baroja, entre otras luminarias de la constelación hispana. Recuerdo en ese momento que Dora es Licenciada en Educación por la universidad de Oriente, Cuba, y Master en Literatura por la Universidad Complutense de Madrid; además de graduada en la Escuela Oficial de Periodismo en Madrid (1955).



Dora, la poeta

-Ciro te conoció como Dora la poeta, ¿no alentó tu trabajo?

-Yo vivía para él. No me prohibió, pero tampoco me alentó. Me convertí en esas esposas que desean poner en alto a sus maridos. Mi crianza fue así y no me arrepiento de la dedicación a mi casa.

Mis notas dicen que también es graduada de la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos (Santiago de Chile 1992). Fundadora y consejera espiritual de la Comunidad Cristiana Maestro Fiel. Y este es otro aspecto importante de su vida.

-Pero como poeta tampoco es fácil dejar de escribir. Sea en los altos y bajos de nuestra vida, el escribir esta allí, no se puede sujetar. ¿Por qué dejaste de escribir?

-Porque mis hijos eran mi poesía. Cada día les leía, les contaba historias, así que hice de mi casa un mundo –espera un momento, como recordando algo, y agrega muy risueña-: También Ciro era muy celoso.

Le pregunto si será posible que nos lea algunas páginas de su obra. Ella accede gustosa. Se pone las gafas, espera unos segundos y nos transporta con la suavidad de su voz. Escoge otro pasaje y la musicalidad produce el mismo efecto hipnótico.


La vida después de Ciro

-Ahora que no está Ciro físicamente con nosotros, ¿qué es del trabajo de Dora la escritora?

-Bueno, he publicado para el plan lector Tico y Bebita en la Isla de Cuba (2007) y Ciro Alegría y su Sombra (2008).

Como ella dice, hizo de su casa y de sus hijos una poesía Yo diría que su vida es una poesía. Madre ejemplar, a su edad tiene todos los bríos de una jovencita cubana que sueña con cambiar el mundo, con dejar huella en los corazones de las personas que se cruzan en su camino, con quienes comparte generosamente la presencia de Jesús, Ser que ama y admira.

¿Piensas escribir alguna ficción? No por lo pronto. Más bien desea compilar todos los artículos periodísticos de nuestro novelista. “Tengo con Ciro hasta no sé cuando¬_levantando la mano y abriendo sus grandes ojos_, porque este hombre no me deja, no me deja”.

Antes de retirarnos me obsequia, autografiado, Cartas de Amor para una Alumna (2009), editado por la Universidad Ricardo Palma – Editorial Universitaria, que reúne la historia de amor epistolar entre Dora Varona y Ciro Alegría. Ricardo y yo nos despedimos de ella, dejando en mí la impresión de una mujer que sabe amar.

El siguiente domingo asistí a la Comunidad Cristiana. La reunión es cálida, con gran calidad humana, un mundo al rescate de valores.

Gracias, Mamina, por conocerte.




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