“Publicar poesía es una cosa muy seria”
Autor de Rebuzno propio recibió el saludo de la Cámara Peruana del Libro del Perú.
Pedro Escribano.
El poeta vive al sur de Lima, en la Tablada de Lurín, en una modesta casa, pero con un gran huerto en donde, rojas, cuelgan las granadas y amarillos los membrillos. Allí, Leoncio Bueno vive como si estuviera en Facalá, la hacienda en donde corrió su niñez. Tiene 90 años, una larga vida instruida, primero, cuando niño, por los anarcosindicalistas refugiados como trabajadores golondrinos en las haciendas y después, en Lima, afiatada en luchas sindicales. Leoncio Bueno es un poeta obrero y ha publicado Al pie del yunque, Invasión poderosa y La guerra de los runas. –En el partido conoció a otros escritores? –Ahí siempre se veía al Cholo Luis Nieto, a José María Arguedas, a Moreno Jimeno. –¿Qué recuerda de Arguedas? –Era un gran conversador. Era un genio oral. Él se amanecía conversando, iba a los cafés, a loschifas, con el cholo Julián Huanay. –En esos tiempos no leía los poemas de Westphalen. Pero él y Moreno Jimeno me regalaron sus libros. Lo que me impresionó fue una antología de García Lorca. Un libro con mucho sarcasmo Rebuzno propio Escribo, canto, clamo y proclamo,
–¿Cuándo llegó a Lima?
–Llegué a Lima a los 19 años, en 1939, cuando Lima tenía 460 mil habitantes. Cuando cualquier carrera a cualquier lugar costaba 50 centavos, cuando el pasaje obrero costaba ida y vuelta 5 centavos. Un bonito costaba medio. Y en las tardes los regalaban. Yo vine a vivir en un callejón.
–¿Y qué hizo con su inquietud literaria?
–Yo vine en busca de contacto. Éramos un grupo de jóvenes que buscamos superación. En Lima hice mi Servicio Militar. Cuando visité a una tía mía conocí a Carlos Barreto, el hermano del poeta Federico. Él, al ver que era poeta, me presentó a César Miró, que me hizo recitar en Radio Nacional y después, con una tarjeta, me recomendó a César y Jorge Falcón, quienes iban a publicar la revista Horas del Hombre. Allí me publicaron poemas y me incorporé ala redacción y al Partido Comunista.
Y no se iban de parranda, de mujeres…
–¡De putas! (risas). Con él, no, nunca. Yo me iba de putas con los compañeros de trabajo. Yo era amigo de los poetas Emilio AdolfoWestphalen, Rafael Méndez Dorich, entre otros. Pero ellos no eran de irse de putas.
–¿Ud. que escribía con filiación campesina, obrera, cómo tomó poemas como los de Westphalen?
–¿Y conserva esos libros de Westphalen?
–Qué los voy a conservar. Las visitas que me hacía la policía eran verdaderos rastrillajes. Se llevaban todo lo que yo había escrito, los libros que tenía.
–Lo llevaron al Frontón…
–Un montón de veces, no solo una, sino varias. Ese era el único sitio donde yo podía leer y escribir todo el día. Yo he publicado varios libros, pero dije esto debe de parar, publicar poesía es cosa seria.
–¿Y por qué no publicar?
–Es que yo tuve conciencia de que el arte es una cosa muy seria. El talento es un uno por ciento, la parte más importante es el esfuerzo, el aporte, los hallazgos, la constancia. Yo en eso soy muy haragán, soy muy flojo. Yo no puedo estar mucho tiempo en una máquina de escribir, me duele el cuerpo, me duele el culo. Y hay que tener culo de fierro, como dijo mi amigo Manuel Scorza, para ser novelista. Hay que estar horas y horas. Y tener no solo talento sino también culo de fierro. Y yo no tengo pues culo de fierro, váyase a la mierda.
–¿Qué explica Rebuzno propio?
–Este título, este libro, es una burla, un sarcasmo. Y tanto se ha sofisticado en la búsqueda tremenda de conocerse a sí mismo, que la poesía a veces ha perdido el rumbo y se convierte también en algo sofisticado. La poesía debe bajar al suelo, pisar tierra y debe hablar en humano. Los payadores decían cómo quieres que te recite, en divino o en humano. Divino era el lenguaje de los clérigos y académicos, humano era pues con la bragueta abierta (risas). La poesía debía recobrar eso. Yo leía títulos Camino junto al trino, El mar y sus palabras, un montón de cojudeces, puras supercherías. Yo dije, aquí me lanzo con todo, así como dicen que hay que tener voz propia, techo propio, carro propio, yo voy a tener mi rebuzno propio. Lo hice por joder.
Cojo la pluma y ¡nada!
cada vez soy más sopenco
Quevedo
pero aún no suena
mi escuálido quirquincho.
Siembro, podo, barbecho, siembro,
vuelvo a podar, barbecho
sin descanso, mas no veo
crecer mi verdolaga.
Ando, camino, sudo
la gota gorda hollando
inhóspitos senderos
y siempre estoy reptando a tientas
lejos de mi propio recoveco.
¿Hasta cuándo,
no voy a articularme
mi rebuzno propio?
Hiervo, cocino, aderezo; sirvo
y a la postre cuaja, pero no cuaja
mi propia salsa.
Tiempo ha que machaco y le doy de alma
a esta mollera dura
por saborear de veras mi sandía.
De: http://www.larepublica.pe/archive/all/larepublica/20100430/28/11/todos/11