ESPECIAL |
Domingo 11 de Julio del 2010 |
Premiado. Esta semana, el Congreso entregó la medalla de honor al poeta Carlos Germán Belli, antiguo colaborador de este suplemento. Como homenaje, un artículo de Belli sobre otro poeta premiado con el Cervantes y el Nobel, el mexicano Octavio Paz. Por: Carlos Germán Belli*
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En el “Almanach surréaliste du demi-siécle” había un breve poema en prosa dedicado a la mariposa de obsidiana, diosa azteca que, con otras divinidades femeninas prehispánicas, terminó refundiéndose en el culto a la Virgen de Guadalupe, según se recordaba al pie del texto. Posteriormente, hacia 1955, el azar me llevaría a descubrir, en la vitrina de una librería limeña, un libro de portada grisácea titulado “Libertad bajo palabra”, cuyas páginas tenían la rara virtud de expresar en español y bajo un esmerado orden estético, la fantasía, el amor y la revuelta, que hasta entonces se me habían revelado únicamente bajo el nervioso impulso de una escritura semiautomática y casi siempre en el dominio del francés. El cantor de la mariposa de obsidiana y el autor de la “Libertad bajo palabra” eran el mismo poeta: Octavio Paz. Después llegaría a mis manos, “El arco y la lira”, y de tal manera tuve por aquel entonces una visión más o menos cabal del escritor mexicano, que ya por esos días caminaba hacia una prematura madurez. En realidad, las primeras ediciones de estos libros iban constituyendo, en la perspectiva del tiempo, el pórtico de una obra que no ha cesado de crecer y de ampliar su círculo de intereses, en una experiencia sin igual en Iberoamérica en los últimos decenios, y que ha hecho que su protagonista haya alcanzado en estos días el galardón más alto del idioma, como Premio Cervantes. *** En la esfera estrictamente poética, una de sus principales lecciones tal vez sea el haber demostrado que el recuerdo de los mitos primordiales, el sumergirse en el inconsciente, la repugnancia de caduco orden establecido, y la glorificación de la amada, en fin, todo puede ser dicho en los moldes del viejo endecasílabo, y no necesariamente a través de la escritura liberada, que termina desintegrando el objeto estético. Justamente, el poema más memorable de Paz, como es “Piedra de sol”, está compuesto en 584 endecasílabos escritos con virtuosismo técnico, y que llevan prácticamente de la mano al lector, en una secuencia circular, por entre una tupida trama de significados, desde el amor sublime hasta la plenitud del ser, la dimensión de la historia y la revelación poética. *** Si la voluntad de estilo de modernistas y vanguardistas, es llevada por Paz a los confines extremos, igualmente el cosmopolitismo, tan peculiar en aquellos es asumido por el escritor mexicano como una vocación por lo universal. De tal modo, verso y prosa constituyen un crisol para asociar manifestaciones culturales separadas en el tiempo y en la geografía, y que en adelante hallarán sus correspondencias en una suerte de boda armoniosa y fecunda. En consecuencia, el mito precolombino y el pensamiento de Oriente, la poética hispánica y el surrealismo, todo queda ligado a través de un vértigo de imágenes y sonidos, y en un rosario de ideas hilvanadas por una sintaxis transparente. *** Paz resulta un obsesivo indagador de la palabra, y como tal uno de los promotores de la corriente contemporánea de inquisiciones sobre la revelación poética. En el fondo, pareciera una tácita respuesta a la observación de Darío, hace un siglo, en el prólogo-manifiesto a “Prosas profanas”, cuando decía que los poetas hispanoamericanos estaban entonces sumidos en el limbo del desconocimiento de su propio arte. *** ¿Por qué no imitar a nuestro modo el sentido recurrente de “Piedra de sol”, en que los seis versos iniciales se repiten al final, como reflejando el mítico tiempo circular? En consecuencia, como lo que hicimos hace ya tantos años, releamos ahora el texto en alabanza de la mariposa de obsidiana, inserto en el almanaque surrealista (amarillento por la humedad limeña). Releamos la edición primera de “Libertad bajo palabra”, particularmente el breve poema “Visitas” donde en una atmósfera anormal la naturaleza toda —el campo, el cielo, el mar— asume la figura humana y visita el cuarto del poeta, haciendo que el sueño y la vigilia sean una sola cosa. [*] El Dominical, 6 de diciembre de 1981 (Fragmento). De: http://elcomercio.pe/impresa/notas/relectura-paz/20100711/508743 |
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