ROGER CASEMENT
en su última novela
La novela "El sueño del celta", que el autor peruano publicará en noviembre, recuerda la vida de un personaje legendario en la lucha contra los abusos del colonialismo a comienzos del siglo XX. Roger Casement murió en la horca, acusado de traición por el gobierno británico, pero antes había sido ennoblecido por los mismos ingleses en reconocimiento a sus denuncias contra las atrocidades cometidas por empresas europeas en África y Sudamérica.
Pedro Pablo Guerrero
Dice el lugar común que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Y el detective también. Vargas Llosa ha encontrado en la Amazonía peruana una jungla de temas para la ficción. "La casa verde" y "Pantaleón y las visitadoras" revelan, en épocas y registros distintos, las exuberantes obsesiones del narrador latinoamericano. Ahora Vargas Llosa regresa a la selva amazónica por tercera vez con su novela "El sueño del celta" -que publicará Alfaguara en noviembre-, luego de tres años de pesquisas siguiendo las huellas de su protagonista. Roger Casement fue uno de los personajes más enigmáticos, complejos y controvertidos que produjo, en sus postrimerías, la era victoriana. Funcionario del Foreign Office. Patriota irlandés convertido al catolicismo justo antes de morir. Homosexual encubierto y trotamundos que denunció las atrocidades coloniales en el Congo y en la zona del Putumayo, cometidas por empresas caucheras de capitales europeos. La hybris de sir Roger Casement llegó tan alto que sólo pudo encontrar un castigo igual de desmesurado que su vida: la horca. ¿Cómo puede un irlandés criado en el seno de una familia unionista y protestante terminar condenado a muerte por alta traición? Irlanda lo explica todo. La historia empieza en Sandycove, Dublín, en 1864. Roger Casement nace en una familia de clase media ennoblecida, aunque sin mucho dinero. Hijo de un militar que no pasaba en casa y de una mujer que murió de cirrosis, "Roddy" queda huérfano a los doce años. Se educa en la Ballymena Diocesan School, en el condado de Antrim, donde vive gran parte de su infancia y adolescencia. En el castillo de Galborn, a fines del siglo XIX, frecuenta las tertulias de Rose Maud Young, una de las impulsoras del renacimiento de la lengua y la cultura gaélicas que nutrieron el sentimiento nacionalista irlandés. Allí también, supone Vargas Llosa, habría leído las memorias de los grandes exploradores ingleses, como Livingstone y Stanley, que abrieron su apetito por los viajes. A los 16 años, Casement se fue a Liverpool a trabajar en una compañía naviera. A los veinte, consiguió un empleo en la International African Association, cuyo único accionista era el rey Leopoldo de Bélgica. Fue contratado en la apertura de la cuenca del Congo, donde conoció a Joseph Conrad y fue testigo de la rapaz explotación del caucho. El autor de El corazón de las tinieblas describe a Casement en una carta: "Puedo asegurarte que es una persona transparente. Hay un toque de conquistador en él. Lo he visto marcharse a unos indescriptibles eriales balanceando un palo con garfios como única arma, con dos bulldogs, Paddy (blanco) y Biddy (manchado) tras sus talones, y un chico de Luanda cargando un fardo por toda compañía. Pocos meses después lo vi salir de nuevo, un poco más flaco, un poco más bronceado, con su garrote, sus perros y el chico de Luanda, tan calmado como si hubiera ido de paseo al parque". Casement trabajó en otras compañías de África Occidental antes de ingresar al cuerpo diplomático y ocupar puestos consulares en Angola y Mozambique. Hasta ese momento, observa su biógrafo Séamas Ó Síocháin ("Roger Casement.Imperialist, rebel, revolutionary", 2008), era un burócrata de ideas convencionales, como tantos brillantes jóvenes irlandeses de clase media que encajaban a la perfección en los engranajes del Imperio. La literatura inglesa conoce bien estos casos. Burgess y Orwell siguieron, por años, una carrera funcionaria que a veces incluía misiones de mayor confianza... Ó Síocháin registra la discreta labor de Casement para la inteligencia británica durante la Guerra Bóer y la crisis de Sudán. El conflicto sudafricano sembró en él serias dudas acerca del imperio y sus métodos. Casement criticó duramente la expropiación de tierras africanas por gobiernos extranjeros como el de Leopoldo II, al que responsabilizó de cometer "un acto de robo deliberado" y "una infamia gigantesca, una invasión a los fundamentos de la humanidad primitiva y sus derechos". Las acusaciones de Casement contra las empresas del caucho, difundidas a través de la prensa y sus contactos políticos, recibieron apoyo oficial, "tanto por razones de realpolitik como de altruismo", sostiene el historiador Roy Foster en la reseña que dedicó al libro de Ó Síocháin en The Times Literary Supplement. El nuevo paladín de los explotados impulsó una nueva cruzada cuando el Parlamento inglés conoció en 1909 los primeros informes acerca de las atrocidades cometidas en la región del Putumayo por la Peruvian Amazon Company, con sede en Londres. Casement, quien había estado destinado en Brasil, fue comisionado por el servicio exterior para integrarse en 1910 a un equipo de investigación enviado al Putumayo. Lo que encontró en la Amazonía peruana superaba todo lo que había visto en el Congo: masacres, esclavitud, castigos inhumanos, mutilaciones, niñas violadas y hombres quemados vivos por los empleados locales de una compañía inglesa. Casement publicó un informe escandaloso, que circuló ampliamente en Londres y Washington, y que condujo a la formación de un alto comité investigador. El trabajo de Casement como relator de derechos humanos fue reconocido en 1911, año en que lo nombraron caballero. Sin embargo, estas mismas campañas perjudicaron, a la larga, su carrera diplomática. "Él será siempre una fuente de problemas", había advertido años antes un oficio enviado al Foreign Office. Mientras su posición dentro de la administración imperial se debilitaba, el prestigio de sir Roger Casement crecía en los círculos liberales. Cuando se retiró del servicio diplomático en 1913, a los 48 años, su compromiso con el nacionalismo irlandés fue completo. Y radical. |
El estallido de la Primera Guerra lo sorprendió en Estados Unidos. "Dios salve a Irlanda es ahora otra forma de Dios salve a Alemania", dijo parodiando el himno de la familia real. Como en otros patriotas de Éire, la reacción contra la hegemonía británica se tradujo en una identificación emocional con Alemania y la idealización del Kaiser. Pocos, en todo caso, llevaron tan lejos su germanofilia como Casement, quien no sólo desarrolló un plan para transportar armas desde Alemania a Irlanda, sino también para organizar a prisioneros de guerra irlandeses en una brigada especial dentro del ejército alemán. Viajó a Alemania con tales expectativas en el otoño de 1914, pero sus proyectos se estrellaron contra la realidad: muy pocos prisioneros irlandeses aceptaron unirse a la rebelión contra Inglaterra; las armas provistas, a juicio de Casement, tampoco eran las adecuadas. El temperamental -e indiscreto- conspirador no tardó en comentar que los oficiales alemanes eran "cerdos y canallas de primera... inferiores a los salvajes del Congo". Indignado con el Alto Mando alemán, se embarcó a Irlanda a bordo de un submarino. Debía llegar justo después del prometido cargamento de armas, que fue hundido. Casement se impuso entonces la misión de advertir a los conspiradores para que pospusieran la sublevación. Casement desembarcó en una playa del condado de Kerry. Lo arrestaron el viernes santo de 1916. Sus admiradores no tardaron en establecer analogías con la Pasión de Cristo. Muchos vieron en él a una víctima propiciatoria cuya muerte favorecía múltiples intereses. En el cuento "Tema del traidor y del héroe", incluido en "Ficciones" (1944), Borges relata la historia de un conspirador irlandés condenado a muerte por sus compañeros, quienes deciden ajusticiarlo "en circunstancias deliberadamente dramáticas, que se grabaran en la imaginación popular y que apresuraran la rebelión". Montan una representación pública, que dura varios días y en la que participan cientos de actores. Héroe y traidor al mismo tiempo, "el condenado entró en Dublín, discutió, obró, rezó, reprobó, pronunció palabras patéticas, y cada uno de esos actos que reflejaría la gloria, había sido prefigurado". Tras su captura, Casement mostró una calma que mantuvo hasta su muerte, el 3 de agosto de 1916. Fue condenado por alta traición luego de un juicio implacable. El fiscal general denegó una apelación a la Cámara de los Lores e hizo oídos sordos a las peticiones de clemencia de personalidades como George Bernard Shaw y William Butler Yeats. Durante el proceso, el gobierno sacó a la luz los diarios íntimos del acusado, conocidos hoy como "Diarios negros". En ellos, Casement describe los pormenores de sus encuentros sexuales con jóvenes de Europa, África y Sudamérica. Todavía hoy se discute la autenticidad de esos escritos. Los peritajes realizados en 2002, concluyentes para biógrafos como Ó Síocháin, aún no convencen a todo el mundo. Yeats nunca creyó en ellos. En el poema "Roger Casement", el autor irlandés escribe: "Yo digo que Roger Casement/ hizo lo que tenía que hacer. /Murió en la horca,/ pero eso no es nada nuevo". Y luego añade: "Temerosos de ser vencidos/ ante el estrado del tiempo,/ hicieron un trabajo de falsificación/ y mancharon su buen nombre". Las autoridades británicas enterraron a Casement en la misma prisión donde lo ahorcaron, en una tumba anónima y junto a un destripador de mujeres. Sólo en 1965, los restos fueron enviados a su país. Hoy reposan en el cementerio dublinés deGlasnevin, "bajo una sobria lápida en gaélico (idioma que él, pese a sus esfuerzos, nunca aprendió) que dice, sobriamente: 'Muerto por Irlanda' ". Así lo cuenta Vargas Llosa en El País. El escritor peruano visitó el año pasado Murlough Bay, en Antrim, pues había leído que en la víspera de su ejecución, mientras el verdugo lo pesaba y medía, Roger Casement pidió que sus restos fueran sepultados en "la bahía del paraíso", como la llamaba en sus cartas. Hace unos años, el Sinn Fein levantó un monumento en su homenaje, pero fue dinamitado por un comando extremista del Ulster. No se ha reconstruido. "Los pedazos esparcidos que de él sobreviven en el solitario altozano son un inquietante llamado de atención sobre la existencia de la otra cara de la medalla de este paraje de sueño", reflexiona Vargas Llosa. El sueño del celta. Hernán Neira: "En Irlanda es un héroe" Autor de las novelas "El sueño inconcluso" (1999) y "El naufragio de la luz" (2004), Hernán Neira hace clases de filosofía política en la Universidad de Santiago. Participó la semana pasada en el Fifth Symposium of Irish Studies in South America, que se realizó en Sao Paulo y Curitiba, Brasil. Al encuentro asistió el historiador Angus Mitchell, uno de los mayores especialistas en Roger Casement. -¿En qué consistió la exposición de Mitchell? "Su conclusión es que la imagen de Casement, incluso hoy, es inseparable de los intereses políticos en torno a él y que quizás haga falta que sea estudiado con más distancia política; por ejemplo, por algún historiador latinoamericano. Expuso, además, que el análisis forense que dictaminó en 2002 que los 'Black Diaries' eran auténticos fue muy incompleto. Mitchell piensa que esos diarios no son verdaderos, sino un montaje del Foreign Office para desacreditarlo. El problema británico era cómo condenar a un irlandés previamente condecorado y que podía suscitar apoyo en Estados Unidos en un momento en que Gran Bretaña necesitaba abortar la rebelión irlandesa y fortalecer la alianza con Norteamérica". -¿Qué valor les asignas tú a los escritos de Casement? "Son una radiografía del costo humano del nacimiento del comercio mundial, de la política imperial británica y de su alianza con algunos círculos locales. Así se generaba el espacio para que algunas empresas extractoras de materias primas se instalaran prometiendo riqueza y tras pocos años de explotación diezmaran a la población y desertificaran vergeles, mientras las autoridades locales hacían como si nada supieran. También pone en práctica la idea contemporánea de proteger a las poblaciones más débiles y da cuenta de las primeras catástrofes ecológicas globales en nombre de la explotación de materias primas". -¿Qué opinión te merecen su conducta al servicio del Foreign Office y su ignominioso final? "Su conducta fue impecable, incluso fue condecorado por ella. Casement informó a las autoridades mejor que nadie, permitió reorientar la política británica en África, puso orden en los consulados británicos en Brasil y advirtió que la explotación salvaje del caucho, además de destruir a los países donde se realizaba, sería superada por una agricultura 'científica', tal como sucedió. Alertó, además, de los riesgos de una guerra con Alemania. Su final no fue ignominioso para él, sino para quienes lo condenaron. En Irlanda es un héroe, más o menos como Manuel Rodríguez o los Carrera en Chile. Para las organizaciones de derechos humanos actuales, es un ejemplo". El Mercurio |
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