3/12/15

YINI RODRÍGUEZ - CRÓNICAS DE LA MARIPOSA (Poesía)






El viaje a Nueva York

El viaje a Nueva York se convirtió en una obsesión para la niña. Aprovechaba cada  oportunidad para escuchar las historias de sus amigos sobre sus experiencias de vacaciones en la Gran Manzana. Cuando divisaba un avión, se imaginaba montada en ese pájaro enorme en dirección a la ciudad de los rascacielos. Amanda viajó con su tía. Ella le colocó en el cuello una cadena de oro, que su padre le había enviado un tiempo atrás. Su tía la usaba por miedo a que la asaltaran, ya que Amanda siempre correteaba con sus camaradas por las calles del barrio. Era tal la ansiedad, que el día de su partida, Amanda olvidó despedirse de todos sus amigos. 

Amanda se sentía como un pollito sacado de su jaula. Su vestimenta, un poco estrafalaria, la hacía lucir cursi. La modista de su prima, con una tela amarilla de lino, le confeccionó un vestido corto. También llevaba un sombrero de paja rojo. El contraste llamaba la atención de los pasajeros, quienes la miraban de arriba a abajo. En el avión, miraba a todos lados sonriendo con timidez. Desde su ventana las nubes eran bolas de algodón. Las azafatas eran amables y hermosas. Para Amanda, eran diosas griegas. Le dijo a su tía que quería ser una aeromoza y viajar a muchos países. La comida fue como si estuviesen cenando en un restaurante aéreo de lujos. Eran porciones pequeñas pero muy sabrosas (a diferencia de esas papitas insípidas que sirven ahora con una gaseosa). Los tiempos cambian y así vuelven las modas. Otras cosas dejan de existir: Amanda voló en Eastern, aerolínea que quebró a principios de los 90s. Eastern Airlines fue la primera en estrenar el Boeing 757. Durante muchos años sirvió a Walt Disney como su aerolínea oficial.

Aterrizaron en el aeropuerto JFK a las 7:15pm. Hacía un poco de calor, sin embargo, Amanda sintió un frio en los huesos. Hay memorias que quedan grabadas para siempre. Ella recuerda que su padre no fue a buscarla al aeropuerto. Pensaba que él estaría ahí esperándola con los brazos abiertos. Eso la desconcertó. Su madre, sonriente, corrió hacia ella y ambas se fundieron en un abrazo que pareció una eternidad. Las tres -Amanda, su tía y su madre- tomaron un taxi a casa de su abuela paterna en Grand Street; cerca del barrio chino y el puente Williamsburg. Amanda quiso ir sentada al lado de la ventana. Desde que tomaron la autopista su madre y su tía susurraban para que ella no pudiera escuchar la conversación. Imaginó que hablaban de su padre. Mientras avanzaban por la autopista, sus ojos se movían de un lado a otro y pestañaba con un tic nervioso. 

Recorrieron casi 20 kilómetros desde el aeropuerto a la ciudad. A Amanda le llamó la atención la organización de los carriles y los letreros verdes con letras blancas indicando cada salida. Estaba sorprendida de no ver los enormes edificios de la película de King Kong. Cerca delQueensboro Bridge, sus ojos se iluminaron como dos estrellas. Desde allí veía los rascacielos. En ese momento se olvidó de su padre. Con gran euforia e impaciencia quería recorrer las calles de esa ciudad cosmopolita. En la radio, de repente, se escuchó la canción de Madonna "Like a Virgin", y Amanda tararea porque no se sabía la letra ni el idioma. Esa noche la luna resplandecía con un brillo especial. Cuando el taxista tomó la FDR en dirección sur, Amanda vio el Empire State Building; el edificio al que trepa el gorila ciclópeo. La iluminación tenía los colores de la bandera.   

Del aeropuerto a casa de su abuela, Amanda borró a su padre de sus pensamientos. Antes de llegar a su destino fueron a un McDonald enDelancey y compraron un Big Mac. Las tiendas de esa avenida eran conocidas por sus descuentos. En ese barrio la vida nocturna era muy activa: habían muchos bares por doquier. Cuando el taxista estacionó frente al edificio, Amanda notó que su papá tampoco estaba ahí esperándola. ¿En dónde se encontraba y por qué éste no hacia acto de presencia? El apartamento de su abuela era como un mundo barroco. El chinero estaba repleto de cristalerías; copas de todos los tamaños y de distintos colores, cuadros en todas las paredes, un estante con figurines de porcelana. En una habitación había montado un altar con muchos santos y velones.

Al día siguiente, lunes 27 de mayo, hubo mucho revuelo porque era el desfile inaugural del presidente de los EE.UU, Ronald Reagan. Mientras en la calle se escuchaba la algarabía, el padre de Amanda estaba detrás de unos barrotes en Rikers Island pensando en lo que estaría haciendo su hija, que la noche anterior había llegado a vivir en la ciudad de Nueva York y no estar presente le desgarraba el alma.

Por: Yini Rodríguez

Editado por: Ulises Gonzales 
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