11/10/17

La tortuga ecuestre: 45 años de poesía Testimonio & Homenaje de Roger Santivanez


En 1973 yo tenia 17 años y estudiaba Artes Liberales en la Universidad de Piura. Ya había optado por la poesía, de modo que cuando viajé a Lima durante las vacaciones de julio, un buen día vi anunciada en el Instituto Nacional de Cultura (INC) una conferencia de un profesor argentino sobre Carlos Germán Belli me apersoné allí esa fría de noche invernal. En los balcones del auditorio en el segundo piso que daban al patio de la Casa de Pilatos (donde funcionaba el INC) -de súbito- empecé a conversar con un muchacho que llevaba un cartapacio bajo el brazo. Nos reconocimos: era el poeta Gustavo Armijos de quien yo ya tenía noticia por su hermano Galo, compañero mío en las aulas del colegio San Ignacio de Loyola en Piura.
Platicamos alegremente de poesía y de la movida poética de los jóvenes en aquel momento cuyo epicentro era el Movimiento Hora Zero. Y -sobre todo- de la revista La tortuga ecuestre que había aparecido poco antes en enero de 1973. Ese primer número llevaba como director a Isaac Rupay, poeta que fue de HZ y que moriría poco después en abril de 1974. Gustavo me explicó que -a la sazón- había disuelto su sociedad con Rupay (ellos habían fundado juntos la revista) y que se aprestaba a continuar editándola él solo, como así fue y sigue siendo hasta la actualidad.
Lo bacán -para mí- fue que Gustavo tuvo la gentileza de invitarme a publicar. Mi corazón se llenó de alborozo ya que eso iba a significar la aparición -por vez primera- de un poema mío en letras de molde. Aquella noche de julio de 1973 salimos juntos del INC caminando por toda la Avenida Abancay -en compañía de otro joven poeta que Gustavo me presentó Jorge Espinoza Sanchez- y departíamos cuadra tras cuadra bajo el imaginario imperio de la poesía, hasta el Parque Universitario donde nos despedimos.
Ya desde Piura, empezamos con Gustavo una relación epistolar constante. Recuerdo que -generosamente- me envió el primer y único número de Eros significativa revista que dirigió Isaac Rupay y en cuyo Comité Editor figuraban Enrique Verástegui y José Cerna. La revista ha pasado a la historia debido a que allí se dieron a conocer los famosos, audaces y valientes poemas de María Emilia Cornejo que forjaron su leyenda. Igualmente recibí los siguientes números de La tortuga ecuestre con material de poetas que conocería en persona poco después como Armando Artega y Oscar Aragón con quienes -más el concurso de Luis La Hoz- lanzaríamos La peca de la jirafa (julio de 1974) y la revista AUKI en marzo de 1975.
Finalizando aquel gratificante 1973 (obtuve el premio de poesía en los Juegos Florales de la UDEP) Gustavo me envió el número 5 de La tortuga ecuestre -correspondiente a diciembre de dicho año- donde apareció mi poema “Elegía” -de clara influencia heraudiana: una de mis lecturas predilectas aquel tiempo-. Grande fue mi alegría: se trataba de mi primer trabajo publicado y poco después leí un comentario sobre este ejemplar de la revista escrito por Nilo Espinoza en su columna de novedades literarias de La Prensa de Lima.
En enero de 1974 viajé a la capital con la intención -siguiendo el consejo de Marco Martos- de trasladarme a la Universidad Nacional de San Marcos para estudiar Literatura. Cuando llegué a Lima visité el Kiosko de mi amigo el Sr. Néstor Jáuregui (papá de Eloy) en el Parque Universitario donde encontré el sexto número de La tortuga ecuestre con -entre otros materiales- poesía de Oscar Málaga. Desde ese momento -y durante toda mi vida en Lima y hasta que cerró el Kiosko de don Néstor- me apersoné puntulamente a adquirir mi ejemplar de La tortuga ecuestre cada vez que -por información de las páginas culturales de los medios- me enteraba que una nuevo quelonio de papel cabalgaba por los predios de la poesía.
Justo es decir que esta publicación -la más longeva de cuantas revistas literarias hay en el Perú- es el más fiel retrato de la historia de nuestra poesía. En efecto, desde 1973 e ininterrumpidamente hasta hoy, el poeta Gustavo Armijos ha entregado su vida -con ardorosa pasión poética- a mantener viva y actual a la mágica tortuga para ir dando cuenta del desarrollo y evolución de la poesía peruana, generación tras generación. Es una contribución indudable que merece destacarse y aplaudirse. Recientemente ha publicado textos de tres voces nuevas: las poetas Patricia del Valle, Nora Curonisy y Eldi Toro. La tortuga sigue cabalgando pletórica de juventud y entusiasmo; esto es motivo de celebración, buen augur y razón de este homenaje.
[Orillas del río Cooper. Collingswood, Sur de Nueva Jersey, octubre de 2017]


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