Mario A. Malpartida Besada
La muerte y otras traiciones, de Fernando Carrasco Núñez (Lima, 1976), en impecable trabajo de Hipocampo editores, parece formar parte de una saga iniciada con su primer libro Cantar de Helena y otras muertes (Lima, Edit. LIMAPOP, 2006). Sobre este libro habíamos dicho que el tema de la muerte, explicitado desde el subtítulo, inunda todas las páginas y en todos los matices posibles, desde aquella que asedia a un hombre pese a él mismo, como en “Retorno a las cavernas” y “Sólo el viento que trae tu nombre”; o la que se busca en forma decidida y voluntaria, como en “Última sinfonía de otoño”; o la que llega repleta de insondables misterios del alma, como en “Misteriosa confianza”; o la que provocan inesperadamente manos ajenas, como en “Una cicatriz rencorosa” y “Cantar de Helena”; o la que se convierte en destino inevitable, sin que el hombre entienda por qué, como en “Un pequeño paseo en bote”.
En la presente ocasión, asocia la muerte con la felonía, también en diferentes matices, pero siempre marcando el ritmo vivencial de sus personajes. La muerte y la traición hermanadas, caminan al lado de estos y, en algunos momentos, anuncian finales previsibles, en clara señal de que no hay escapatoria posible. Ello ocurre en cada uno de los nueve relatos que conforman el volumen. En “La ficha marcada” se muestra un juego de infidelidades en el que, el menos culpable, es el que sufre más su conciencia de culpa y en la hora del sueño debe colocarse de espaldas a su mujer, a quien cree su víctima cuando, en realidad, es su victimaria. En “Al fin de la partida”, un grupo de tahúres es castigado, a priori, con la muerte, antes de que puedan cometer su terrible fechoría contra una niña, hija de la mujer que le fue útil a uno de ellos y a quien ya traicionó desde su proyecto de arrebatarle a su hija para vendérsela a uno de los jugadores. En “Último tercio”, un diestro torero a punto de alcanzar la gloria en su faena, es traicionado por su desaforada imaginación, la que sólo advierte cuando se aproxima la muerte. En “Vida y pasión de Jesucristo”, un hombre se entera de su triste pasado por la palabrería descontrolada de un beodo, que se ensaña revelándole un terrible secreto de familia y remata con una feroz ironía sobre la vocación del protagonista. En “La puñalada”, se juntan la traición y la muerte alrededor de una interesada y casquivana mujer que destruye impunemente un sano amor y lo empuja a transformar esa puñalada sentimental en una puñalada mortal. En “Mariposas”, se revela el juego de la imaginación infantil y la locura como preámbulos de la muerte, final que ni siquiera intuye la inocente criatura. En “Hasta que lo despediste, mujer”, la muerte actúa como la gota que rebalsó el vaso de agua. En “Nos han dejado solos”, la perspectiva de la muerte es desde dentro, desde la posición del mismo difunto encarando su nueva realidad en el otro mundo. En “Visitaciones”, texto cercano a “Mariposas”, una vez más entran en juego la muerte, la locura y la imaginación, en el marco de una estructura más compleja, acorde con las interioridades patológicas del protagonista.
Dentro de estos parámetros, existen otras recurrencias, tales como las alusiones a un mundo popular signado por nombres, situaciones, hechos de corte marginal, títulos de boleros o tangos, rockolas de cantina, música de calle, vocablos del nivel subestándar, etc., con lo cual Carrasco hábilmente sitúa socio culturalmente el espacio geográfico de sus textos, sin la necesidad de extenderlos con farragosas explicaciones. Asimismo, estilísticamente, el uso del monólogo frente a un supuesto interlocutor o interlocutor mudo, sin opción a réplicas ni justificaciones; de igual manera, el discurso corrido de estilo indirecto libre, con mínimas secuencias para el diálogo directo, y los finales sorpresivos aunque, en algunos de los textos, previsibles, como anuncios de la suerte inevitable de sus protagonistas.
De esta manera, la organicidad del libro no sólo depende del título y de un no disimulado culto a lo tanático, como en su primera obra, sino también de la homogeneidad en el uso del punto de vista y los procedimientos adecuados. Carrasco delega los relatos de su libro a un narrador equilibradamente distribuido entre la primera y la tercera persona, a veces dejando sueltos a sus personajes para su intromisión oportuna con sus propios palabras, definiendo así sus rasgos psicológicos, con lo cual resuelve, una vez más, el problema de la brevedad del género que obliga a la economía de palabras, por tanto, no permite detenimientos en la caracterización de los personajes.
Por otro lado, el tema soterrado del amor, en su variedad de amor fatal y sus alrededores, como elemento infaltable en las vicisitudes de hombres y mujeres de su mundo representado, cumple un rol desencadenante para el advenimiento de la muerte o de las traiciones, a veces sutilmente encubiertas. Tal el caso de “La ficha marcada”, en donde la veleidad de dos mujeres se impone a la resistencia honesta del hombre. Aquí se evidencia la endeble moral de aquellas, por lo que el título alusivo a la letra de un bolero cantinero, no podía ser más exacto. También hay amor, del agrio, por el agregado de la frustración y la mala fe, en “Vida y pasión de Jesucristo”; igualmente en “La puñalada”, enérgico texto en el que un joven engañado no tiene más remedio que aniquilar a su rival, a quien previamente ha torturado moralmente; en el medio de los dos, una mujer cuyo nombre recuerda un viejo tango arrabalero: Malena.
De manera más sutil, el amor como motivación de desencantos, también ocupa espacios temáticos en “Hasta que lo despediste, mujer”, “Nos han dejado solos” y “Visitaciones”, ya sea con la vindicta y el acabamiento del sentimiento, la referencia a una muchacha quien probablemente desencadenó los hechos, o el recuerdo traumático de la novia muerta y su consecuente sentimiento de culpa. Sin embargo, en el cuento “Mariposas”, la manifestación de amor es singular y conmovedora por razones más sublimes. Una niña inocente, sin ser dueña de sus acciones, busca igualarse a las mariposas a las que ama tanto, pero en su intento arrastra hacia la muerte a otra criatura, de manera dulcemente aterradora.
Pero estas historias quedarían como partes de un anecdotario cotidiano, si no hubiera en su relato todo un proceso envolvente, de principio a fin. Sus comienzos, desarrollos y finales, están hilvanados de tal manera que conducen al lector por un camino en el que se combinan el goce estético por la palabra bien puesta, con el avance de la trama de atmósfera psicológica y confrontacional, hasta el final, contundente y revelador, a veces cerrado, en otras, abierto, aunque casi siempre de efecto inmediato.
Traiciones y muerte han avivado el numen creador de Fernando Carrasco Núñez, quien con su talento y destreza verbal ha articulado un nuevo libro que apasiona de principio a fin, ya sea por sus historias, por el tratamiento, por la exploración del alma humana, o por la pintura de un mundo excluido. De esta manera, La muerte y otras traiciones prosigue en su tarea de agotar aquellos temas iniciados en Cantar de Helena y otras muertes, naturalmente con las variaciones que demanda su ascenso estético al lugar que le corresponde, el de un gran narrador y de un gran observador de las vicisitudes humanas.
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