15/3/10

Alicia expulsada del País de Dafne - -


Miguel Ildefonso

A Gabriela

En la orilla extraña
solo en el abierto campo de la muerte
hecho de palabras
sólo después de haber perdido los caminos
ya sin esperar a llegar a la casa de las aspiraciones
en la silueta de los párpados
tensos los bordes
que no alcanzo a tocar en el sueño
porque el sueño tiene otro borde
sin lira sin manos
como dos ojos por donde el mar lejano
quisiera entrar
la muchacha y la muerte
los amantes que abarcan lo llano de lo real
mis dedos como ramas de sangre
reflejándose en el agua tranquila
una hoja seca que ha perdido la carrera
la fronda que se abraza a los postes
los pájaros de vacío como un eclipse
se detuvieron en medio de la batalla
con la suspendida contemplación de la oruga
sin haber nacido roto el hilo del amor
el aleteo hacia dentro del niño
la gota del animal del cielo que cayó en la vereda
antes había dado con la ventana cerrada
en el cristal opaco del infinito
el líquido ciego anhelaba la transparencia
la centelleante tierra estaba cubierta de hierba muerta
de orina de perros de clavos oxidados
nosotros nos preguntábamos qué quieren estos perros
la abeja corría hacia la flor
el pistilo se excitaba siendo ya cadáver
vacía, oscura, dando pasos hacia sí mismo
se acercaba a sus latidos llegaba por fin
donde la materia se descomponía en sonidos
la luna entraba en la carne como el colmillo del perro
mordiendo el cemento
parecía un bicho en una gota de agua
y en ese holocausto divino se engendraba el movimiento
de la muchacha
constante e infinito como la resurrección del hongo
y los insepultos zapatos rotos caminando a la tienda
la muerte mientras tanto tomaba café
observando la absoluta tristeza sobre las casas
como un paisaje de hojas acostumbradas al invierno
y los inocentes gatos haciendo lo imposible para olvidar el frío
la rosa arrojó sus rutas como un abrazo
a los niños que jugaban en la palpitación silenciosa de la tortuga
lo rescribían todo nuevamente
el perro había enterrado a la rosa y había olvidado el lugar
alguien le había dicho que corra
que ría en nombre de todos
que si dice algo que sea aquello que todos quisieran decir
que si de pronto se detiene que sea cuando todos
quieran detenerse
tenía una oreja escuchando al caracol que subía por el muro
así como a la enredadera atrapando el tiempo
sepultada la cuna
la última vez que escuché la voz del sueño era perder
el lenguaje del agua
un periódico voló como el ave del paraíso
la destrucción era el musgo al pie del muro blanco
sobre el que dormitaba un gato
y el óxido de las rejas se desprendía como rostros
cuando la mañana menstruaba bajo las alas de un ángel de yeso
la muchacha veía que la garúa no era verdadera
la inmundicia no era la vereda que se mojaba
ese silencio que todo lo permitía se fue derruyendo en lo verde
la muerte dijo: “el vacío
es el corazón de mi exilio”
desde lo alto veía la ciudad bañada en gris
una expresión detenida
palabras que caían como capas de pintura de las azoteas
la poesía siempre era otra cosa más
había una distancia entre un poste y otro poste
desde la esquina plateada como un ejército de bicicletas
la larva soñaba con reinos de palabras
y en el agua empozada en la depresión flotaba
el cuerpo de la tarde
las cortezas sinuosas tocadas por el farol danzante
se arruinaban con espadas de palo
la rama donde se posaba el ave se estremecía en su larva
que colgaba del invierno
hasta llegar con el mismo rostro hasta la esquina
hasta que retorne la palabra no habrá palabra- dijo
no habrán niños que corran hasta abrazar al desvalido sol
cuando se va la mitad o la tercera o la milésima parte
del poema se va el poema
y la tarde en que la muchacha entró al árbol
ella buscaba una rosa que había visto una mañana
cuando saludó al arco iris
había tanto color en ese punto del universo
que de tanto desear fue haciéndose nada
lo imperecible en el suspendido aliento
había otro lenguaje bajo los cipreses y los ficus
las bisagras no conocían candados
y el invierno era el fuego lento que ardía en la cocina
allí no emigraban las aves sino al contrario
el barro secaba luego en las formas de la ceniza
la muerte entonces se pegaba en la ventana
daba su primer grito que limpiaba el cielo
húmedo como el hocico del perro
nadie, por eso, pensó en volver al silencio
dentro de él se derrumbaba la creación
la muchacha estrujó el aire y el mundo siempre estuvo allí
ella pertenecía a aquellos que sólo llegaban al camino
para seguir caminando


Miguel Ildefonso ..


LETRA SUELTA CULTURAL

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