En la orilla extraña solo en el abierto campo de la muerte hecho de palabras sólo después de haber perdido los caminos ya sin esperar a llegar a la casa de las aspiraciones en la silueta de los párpados tensos los bordes que no alcanzo a tocar en el sueño porque el sueño tiene otro borde sin lira sin manos como dos ojos por donde el mar lejano quisiera entrar la muchacha y la muerte los amantes que abarcan lo llano de lo real mis dedos como ramas de sangre reflejándose en el agua tranquila una hoja seca que ha perdido la carrera la fronda que se abraza a los postes los pájaros de vacío como un eclipse se detuvieron en medio de la batalla con la suspendida contemplación de la oruga sin haber nacido roto el hilo del amor el aleteo hacia dentro del niño la gota del animal del cielo que cayó en la vereda antes había dado con la ventana cerrada en el cristal opaco del infinito el líquido ciego anhelaba la transparencia la centelleante tierra estaba cubierta de hierba muerta de orina de perros de clavos oxidados nosotros nos preguntábamos qué quieren estos perros la abeja corría hacia la flor el pistilo se excitaba siendo ya cadáver vacía, oscura, dando pasos hacia sí mismo se acercaba a sus latidos llegaba por fin donde la materia se descomponía en sonidos la luna entraba en la carne como el colmillo del perro mordiendo el cemento parecía un bicho en una gota de agua y en ese holocausto divino se engendraba el movimiento de la muchacha constante e infinito como la resurrección del hongo y los insepultos zapatos rotos caminando a la tienda la muerte mientras tanto tomaba café observando la absoluta tristeza sobre las casas como un paisaje de hojas acostumbradas al invierno y los inocentes gatos haciendo lo imposible para olvidar el frío la rosa arrojó sus rutas como un abrazo a los niños que jugaban en la palpitación silenciosa de la tortuga lo rescribían todo nuevamente el perro había enterrado a la rosa y había olvidado el lugar alguien le había dicho que corra que ría en nombre de todos que si dice algo que sea aquello que todos quisieran decir que si de pronto se detiene que sea cuando todos quieran detenerse tenía una oreja escuchando al caracol que subía por el muro así como a la enredadera atrapando el tiempo sepultada la cuna la última vez que escuché la voz del sueño era perder el lenguaje del agua un periódico voló como el ave del paraíso la destrucción era el musgo al pie del muro blanco sobre el que dormitaba un gato y el óxido de las rejas se desprendía como rostros cuando la mañana menstruaba bajo las alas de un ángel de yeso la muchacha veía que la garúa no era verdadera la inmundicia no era la vereda que se mojaba ese silencio que todo lo permitía se fue derruyendo en lo verde la muerte dijo: “el vacío es el corazón de mi exilio” desde lo alto veía la ciudad bañada en gris una expresión detenida palabras que caían como capas de pintura de las azoteas la poesía siempre era otra cosa más había una distancia entre un poste y otro poste desde la esquina plateada como un ejército de bicicletas la larva soñaba con reinos de palabras y en el agua empozada en la depresión flotaba el cuerpo de la tarde las cortezas sinuosas tocadas por el farol danzante se arruinaban con espadas de palo la rama donde se posaba el ave se estremecía en su larva que colgaba del invierno hasta llegar con el mismo rostro hasta la esquina hasta que retorne la palabra no habrá palabra- dijo no habrán niños que corran hasta abrazar al desvalido sol cuando se va la mitad o la tercera o la milésima parte del poema se va el poema y la tarde en que la muchacha entró al árbol ella buscaba una rosa que había visto una mañana cuando saludó al arco iris había tanto color en ese punto del universo que de tanto desear fue haciéndose nada lo imperecible en el suspendido aliento había otro lenguaje bajo los cipreses y los ficus las bisagras no conocían candados y el invierno era el fuego lento que ardía en la cocina allí no emigraban las aves sino al contrario el barro secaba luego en las formas de la ceniza la muerte entonces se pegaba en la ventana daba su primer grito que limpiaba el cielo húmedo como el hocico del perro nadie, por eso, pensó en volver al silencio dentro de él se derrumbaba la creación la muchacha estrujó el aire y el mundo siempre estuvo allí ella pertenecía a aquellos que sólo llegaban al camino para seguir caminando
Miguel Ildefonso ..
LETRA SUELTA CULTURAL |
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