8/7/12

CRÓNICAS DE NARCISO (Poemario) LEONCIO LUQUE CCOTA



Presentación de las "Crónicas de Narciso"

La victoria de Leoncio Luque sobre el anecdotismo

Por Manuel Cadenas Mujica

A este Narciso que conocí hace casi veinte años buscando la palabra en el espejo de su vida, en estas aulas que alguna vez fueron nuestro universo circunstancial, no me ha sido posible abordarlo tomando distancias que no existen ni pretensiones de crítico literario, a las que, felizmente para todos, no he sucumbido. Más bien he querido aproximarme a él como quien pregunta "Por los años que nos faltan vivir en el desarraigo", de los que habla en Monte de cilicio, el poema que abre las Crónicas de Narciso. Nosotros los de entonces ya no somos los mismos, y Leoncio (o Narciso, como se prefiera) me ha de perdonar que haya hecho de la lectura de estas Crónicas una oportunidad para llenar en mi memoria los bolsillos vacíos del tiempo que no alcanzamos a malgastar juntos, como Dios manda y la nostalgia exige.

"Si yo pudiera amar / los poemas serían como almas gemelas", ha dicho Narciso, con esa sobrecogedora desesperación que ha caracterizado su poética desde los días de Por la Identidad de la Imágenes, su primer poemario. Si Narciso pudiera amar (lo que se dice amar), si Narciso hubiese nacido para las certidumbres, para trazar sólo líneas rectas en su camino, para calzar en algún molde al uso, entonces se tendría a la vista la perfección empalagosa y no la terrible belleza. "Y alguien dijo: Qué terrible / Pero lo bello es eso, lo terrible / ese caos que confunde y que es la razón de nuestra vida / de nuestra bella vida", me he apropiado de estos versos que Leoncio (Narciso) publicó en 1990 en la plaqueta de Noble Katerva, los he atesorado en el espíritu como testimonio de esta visión suya -ciertamente compartida- en que lo tremendo es piedra angular del equilibrio vital.

Narciso (Leoncio) se ha jugado el pellejo por la poesía con una voluntad a prueba de todas las indiferencias y de los amigos más o menos ingratos, como yo. Pero hay que vivirla no solo escribirla, ha insistido siempre, y en eso nos lleva varios cuerpos por delante. "Existir es ser nada / y ser nada es nada / es ser uno mismo / menos uno / el no nacido / el no habido / todavía nada / el vacío / sólo vacío / sólo canción de humo / sólo murmullo / sólo espejo", su reflexión ontológica (hilo conductor de las Crónicas de Narciso, a diferencia de En las grietas de tu espalda, su segundo poemario) nace del encuentro de las palabras y sus reverberaciones, no al revés. Materia viva que colisiona en imágenes y deslumbra por su potencia comprobatoria. "La belleza se pierde en lamentos, en palabras", es una confrontación a la mera aglomeración de versos como cortinas de humo para la poesía.

"Yo soy un día indeciso", dice "que jura fidelidad al atardecer / y más tarde se acerca a la esquina del burdel / pensando setenta veces siete / en poesía", certifica la vida excesiva, aunque no exagerada; Narciso (Leoncio) la propone como vía efectiva para constatar el tránsito terrenal, un pellizco permanente en el brazo de aquellas existencias adormiladas, embotadas de horas insulsas por la mecánica voraz de la rutina. Son Crónicas precisamente porque testifican, porque "examinan la costumbre / de tomar café en silencio", porque corren por los pasadizos de la memoria y palpan con excitada angustia que "Duele lo inevitable". Poesía que acompaña la vida como un tercer ojo, la de Leoncio (Narciso), que interpela al tiempo y a sus moradores, no la ensimismada.

"Antes entonces pensaba / El camino es fácil / como disparar una pistola de agua / en el carnaval de la vida", risueños los días en que la katerva entusiasta lanzaba largos chorros de palabras, inconsciente, despreocupada. Nos agobiaban los momentos, pero preferíamos beberlos a borbotones a exponernos a su baño de agua fría. Antes, entonces, nos resistíamos divertidamente a toda gravedad, apenas si alcanzaba el ceño a fruncirse, preferimos decididamente el cinismo al patetismo histriónico de aquellos inventores de hazañas y mitos improbables con que sublimizar el absurdo de una época anodina. Pero "Los ebrios descansamos en vano después de la contienda" y "Los abandonados en la palabra no entendemos la soledad como piensan", nos enrostra Narciso. Estamos jodidos, entonces, Leoncio. No fue un carnaval la vida. Vaya que no lo fue.

A este Narciso (Leoncio) que conocí hace casi veinte años, el espejo de su vida le ha ofrecido esta imagen mucha más nítida de sí misma y que él entrega en una poética enriquecida de precisiones, luminosa. Sus Crónicas constatan la victoria sobre el anecdotismo, que es a mi juicio el mal poético del siglo. "Debajo de la angustia una luz insepulta", el ejercicio escritural que no se disuelve en el suceso pueril, que no se ahoga en grafoterapias ni renuncia al destino superior al que ha sido llamado.


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POEMAS DE "CRONICAS DE NARCISO" 


Mira la máquina: ¡Cómo
se revuelca y venga!  ¡Cómo
nos desfigura y agobia!

Rainer María Rilke







CUARTO OSCURO         
              
cuarto oscuro                      cielo               estera
silencio de velas desgastadas en tus ojos
ojos lamiendo caobas                     maderas pútridas
enjambre de polillas furiosas
en esteras deshechas purificando la ciudad

cada noche trazo sueños en la esquina
busco el dulce lamentar
de una canción andina 

tu rostro se anuda en mi aliento como eco
tus manos se posan en mi sudor ácido para atrás
yo palpo el murmullo
carcomido en pequeños espacios
de sombras
sobre la arena blanca

yo soy el fantasma que viene
del viento  con la puntualidad exacta
en la punta del dedo

soy el  que goza  el tiempo y
se vuelve  muerto en  silencio
en línea recta

la emoción del mundo me despierta
            la soledad
es este cuarto en mis ojos
sobre esta página blanca

el silencio atrapa
nos pierde
y nos despierta  en espacios ajenos
donde se pierde tu mirada

la señal de tus labios
se carcome
y tú me obsequias un beso            
al cual ingreso como ráfaga de viento disuelto


SERAZUL
                                                a alguien quién no llegó.

existir es ser nada
y ser nada      
es nada
es ser Uno mismo
menos uno
el no nacido
el no habido
todavía nada
el vacío

sólo canción de humo   
solo murmullo
solo espejo llorando desmoronado

de la voluntad de dios
no se espera nada
pero se espera todo

pero a pesar de todo
nacen dos seres
dos cuerpos sin venas
se apaga en mi sangre
y respira en el aire sin vida

yo admito los latidos
de interminable  soledad
que armoniza este mundo
donde se asoma la oscuridad
en el que  deliro tu nombre        
tu existencia impasible
donde mi deseo carece de forma y
la noche supera al día
y en donde unos aman a los uno
y a los otros
y otros se visten de amor a mitad del cielo

la felicidad  se ama en tu nombre
para darte la forma que mereces

el tiempo se detiene incomprensible
uno se vuelve viejo
historia pequeña
y la brisa sopla en la quietud de la pureza
y  construye  caminos idénticos
trazado en el desvelo de la noche

mis ojos en tus ojos pesa
mi sangre dormido entre monóxidos
comparte los sueños

en este camino congelado te espero
donde descanso sin afecto
y tú no estás conmigo
porque nunca naciste.

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